Trabajando en Su Relación Con Dios
por Mike Riccardi
A pesar de Año Nuevo fue hace ya cinco días, estoy apostando que hay al menos algunos de ustedes que no han abandonado totalmente el pensamiento acerca de las resoluciones. Aunque las resoluciones de Año Nuevo adoptan diversas formas y se dirigen a diferentes áreas de la vida, difieren de persona a persona, una cosa que deberían tener en común las resoluciones de Año Nuevo de los cristianos es que al menos algunas de ellas implican centrarse en maneras de profundizar nuestra relación con Cristo.
Sin embargo, un par de conversaciones que he tenido y blogs que he estado leyendo me han llevado a creer que existe más que un poco de confusión sobre exactamente cómo debemos de ir a establecer una relación más profunda con Cristo.
Un artículo que llevó a esta conclusión fue este artículo de 2009 , que aun gestiona comentarios desde hace 2 años y medio. (Trate de resistir la tentación de agregarse a ellos.) El autor, profesor de psicología cristiana, relata una interacción con un estudiante que quería “trabajar en su relación con Dios.” Él lamenta que, según él, el trabajo en la relación con Dios muy a menudo significa “orar más, levantarse temprano a estudiar la Biblia, [y] empezar a volver a la iglesia”, y muy rara vez tiene algo “que ver con tratar de convertirse en un ser humano más digno.”
Esta perspectiva no se limita a los rincones oscuros de la blogosfera. Como ya he mencionado, hay un montón de conversaciones que he observado y participado recientemente en el que los cristianos profesan destacar las buenas obras y actos piadosos como el elemento central de lo que significa ser cristiano, relegando la doctrina y la devoción personal a la periferia. En cierto sentido, este es el sondeo modernista de finales de siglo 19 y principios del 20, modernista: “Hechos, no credos.” El siglo 21 posmodernista refrito del liberalismo de antaño ha dado una reverencia a la incertidumbre y la desconfianza acerca de la verdad y la aversión a la doctrina. Y, mientras el espíritu de la época se ha infiltrado en la iglesia, por lo menos terminamos con una mentalidad que abogue por “Hechos sobre los credos.” “Usted quiere profundizar su relación con Dios? No pierda su tiempo con el estudio bíblico, la oración, e ir a la iglesia. Sea voluntario en el comedor, done ropa, y, por amor de Dios, de buenas propinas!”
Raíces y Frutos
Por supuesto, hay un germen de verdad allí. Los cristianos no deben ser sacudidos mientras se dan palmaditas en la espalda por ser “fieles” porque continúan a través de la lectura de la Biblia y la asistencia a la iglesia. Es justo esperar que alguien que profesa fe en Jesús de frutos buenos. Y es aún más cierto que vamos a conocer a Dios más íntimamente y profundizar nuestra relación con Él al obedecer y caminar en la forma que El anduvo (Juan 14:21; Cf. 1 Jn 2:6).
Pero lo que es preocupante acerca de esta ideología es la confusión de la raíz y el fruto de la verdadera fe y la espiritualidad cristiana. El fruto –las acciones– no son la base de su cristianismo, como si todo lo que necesita para ser un “verdadero cristiano” es ser un buena persona y un buen dador de propinas. El fruto de la progresiva conformación en la semejanza de Cristo-viene de la raíz de una contemplación continua de su gloria (2 Corintios 3:18), y esa gloria es perfectamente revelada en Su Palabra (Jn. 17:17).
El espíritu de la época rechaza el estudio de la Biblia, la oración y la comunión de los santos (es decir, la membresía y el participar de las ordenanzas en la iglesia local regida por una pluralidad de ancianos) como demasiado centrado en sí mismo y simplemente tomando tiempo valioso para poderlo utilizar en servir a los demás. Pero ésto es precisamente el medio que Dios ha ordenado para que podamos profundizar nuestra relación con Cristo, nuestro conocimiento de Él, y nuestra satisfacción en Su gloria. Y luego, el resultado de ese conocimiento más profundo y más íntimo es un siervo compasivo semejante a Cristo que ama a Dios y ama a su prójimo como a sí mismo.
El Evangelio y Anti-Evangelio
Considere, si enfocarse en el fruto es la principal manera de “trabajar en su relación con Dios,” usted no necesita a Jesús para ser un cristiano. La noción de que usted puede mejorar su relación con Dios, tratando de convertirse en un ser humano más decente es simplemente justicia por obras en un disfraz piadoso. Usted mejora su relación con Dios, tratando de ser más y mejor ser humano. En ese momento, su religión se convierte en nada más que moralismo y justicia propia, que no honra a Cristo. Esto no es moralidad bíblica. Es anti-Evangelio.
El Evangelio es: que usted ha fracasado totalmente en ser un ser humano decente, y seguirá fracasando totalmente. Para ello, es necesario que usted se rinda a la misericordia de Cristo para perdón. Y el perdón no primero el de otras personas que he ofendido, sino el perdón de Dios, a quien usted ha ofendido supremamente (Salmo 51:4). Usted no puede convertirse en un ser humano más digno pretendiendo convertirse en un ser humano más digno. Usted solo puede llegar a ser un ser humano más digno teniendo a Cristo como objetivo. Y usted no puede aspirar a Cristo sin verlo. Y no lo puede ver sin Su Palabra.
El único tipo de actos de amor que glorifican a Dios, de hecho, las únicas acciones que son verdaderamente amorosas son los que se realizan precisamente porque los cristianos conocen que son perdonados por Jesús y queremos demostrar la gloria de Dios en Cristo para el mundo. Cuando la raíz de sus buenas obras es una relación de adoración con el mismo Cristo a través de los medios que Él ha ordenado (Su Palabra, la oración y comunión), entonces usted glorificará a Dios, no a usted mismo.
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