Lo Valioso del Cielo
Mateo 5:12; Filipenses 3:20; 1 Pedro 1: 4; 1 Juan 2: 15-17
Por John MacArthur
De vez en cuando alguien va a protestar que los cristianos están tan preocupados con el cielo que descuidan las prioridades terrenales – la justicia scial, las necesidades del pobre y el oprimido, el cuidado por los los marginados y desfavorecidos, y así sucesivamente. Esa acusación hace caso omiso del hecho de que los cristianos siempre han liderado el camino en cuanto a la seguridad pública, la construcción de hospitales, el trabajo de ayuda de emergencia, y otras expresiones de compasión humana. La obra de caridad siempre florece donde se proclama el Evangelio con valentía.
Pero el argumento de que el alivio de la tierra debe tener prioridad sobre la salvación espiritual no es una perspectiva cristiana. Jesús resumió el buen orden de prioridades claramente con el mandamiento conocido: “Buscad primeramente su Reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33).
En realidad, todo lo que es verdaderamente valioso para nosotros como cristianos está en el cielo.
El Padre está ahí, y es por eso que Jesús nos enseñó a orar: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre" (Mateo 6: 9). Jesús mismo está a la diestra del Padre. Hebreos 9:24 dice: "Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.”Así que nuestro Salvador está también en el cielo, donde intercede por nosotros (Hebreos 7:25).
Muchos hermanos y hermanas en Cristo están allí, también. Hebreos 12: 22-24 dice que al volvernos a Dios
os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada.
Nuestros seres queridos en la fe están allí con Cristo y con el Padre. Cada creyente del antiguo y nuevo testamento que han muerto ahora están en el cielo.
Nuestros nombres están escritos allí. En Lucas 10:20 Cristo dice a sus discípulos, que estaban expulsando demonios, "No os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos." Y al decir que nuestros nombres están escritos en el cielo, Cristo nos asegura que tenemos un título de propiedad allí. Esta es nuestra herencia. Primera de Pedro 1:4 dice que somos engendrados en Cristo a "una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros."
“"Nuestra ciudadanía está en los cielos", según Filipenses 3:20. En otras palabras, el cielo es donde pertenecemos. Sólo somos "extranjeros y peregrinos sobre la tierra" (Hebreos 11:13). Nuestros objetivos, por lo tanto no deben incluir la acumulación de bienes materiales aquí. Nuestra verdadera de riqueza -es nuestra recompensa eterna – en el cielo (Mateo 5:12). En Mateo 6:19-21 Jesús dice que el único tesoro que poseeremos por toda la eternidad está allí.
En otras palabras, todo lo que debemos amar eternamente, todo lo que valoramos correctamente, todo lo de valor eterno esta en el cielo.
Es por eso que la auto-indulgencia y el materialismo fomentan una atmósfera mundana que tiene una inclinación espiritual particularmente destructiva. Socava todo lo que la iglesia debe defender. Desprende a los cristianos de sus amarres celestes. Y les hace mundanos.
El término mundanidad casi suena anticuado, ¿no? Mucha gente piensa que suena muy legalista, e innecesariamente anticuado. Nuestros abuelos escucharon sermones contra "el pecado de lo mundano." Creemos que estamos demasiado sofisticado para ocuparnos de tales trivialidades. Pero el verdadero problema es que no estamos lo suficientemente preocupados por los valores celestiales, de manera que no apreciamos cuan perversamente pecaminoso es aferrarse a los terrestres.
Y esa es la esencia de lo mundano: Es un amor por las cosas terrenales, una estimación de los valores terrenos, y un interés por las preocupaciones terrenales. Escritura claramente lo etiqueta e pecado, y es pecado de la peor calaña. Es una forma de adulterio espiritual que lo pone a uno contra Dios mismo: "¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Por lo tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios "(Santiago 4: 4).
De hecho, he oído a cristianos decir que no quieren ir al cielo hasta que hayan disfrutado todo lo que el mundo pueda ofrecer. Cuando todas las actividades terrestres se han agotado, o cuando la edad y la enfermedad obstaculizan su disfrute, entonces ellos creen que van a estar listos para el cielo. Ellos oran: Por favor, Dios, no me lleves al cielo, aun. Ni siquiera he estado en Hawai !
Pero si usted vive su vida sin cultivar el amor por las cosas del cielo, nunca será apto para el cielo. Primera de Juan 2: 15-17 dice,
No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
Algunas personas que dicen conocer a Cristo realmente aman tanto al mundo que, francamente, puede haber buenas razones para preguntarse si ellos posiblemente pueden ser ciudadanos del cielo. Como uno de los antiguos dichos dice: "Todo el mundo habla del cielo pero no van hacia allá.”
Lamentablemente, sin embargo, también es cierto que todo el que va al cielo no está hablando de ello. “Mis hermanos, estas cosas no deberían ser así" (Santiago 3:10). La esperanza del cielo nos debe llenar de alegría de la anticipación que libera el corazón de este mundo transitorio.
(Adaptado de The Glory of Heaven .)
Disponible en línea en: http://www.gty.org/resources/Blog/B160919
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