miércoles, diciembre 19, 2012

Hambre de Dios, Deseando Dios Mediante el Ayuno y la Oración

clip_image001

Hambre de Dios, Deseando Dios Mediante el Ayuno y la Oración, por John Piper (Wheaton: Crossway, 1997) pp 239.

por Gary E. Gilley

John Piper persigue su tema habitual, desear a Dios, esta vez a través de los medios de ayuno. El afirma iniciando que “La cuna del ayuno Cristiano es la nostalgia por Dios.” (p. 13). Además Piper hace afirmaciones numerosas y fuertes para el ayuno: despierta nuestro apetito por Dios (p. 23), nos ayudará a prevenirnos de hacer dioses de nuestros dones (pp. 17-20), el ayuno es una prueba para ver que deseos nos controlan (pp. 19, 58), que es un intensificador del deseo espiritual (p. 22), no podemos hacer frente a los peligros de la vida y ministerio sin ayunar (pp. 51, 62-63), Jesús triunfó sobre el diablo por el ayuno y , por lo tanto, debemos nuestra salvación, en cierta medida, al ayuno (p. 55), el ayuno es una expresión física del hambre del corazón para la venida de Jesús (p. 83), que nos despierta apetitos espirituales latentes presionando el dominio de las fuerzas físicas del centro de nuestra vida (p. 90), la razón por la que no ayunamos es porque estamos contentos con la ausencia de Cristo (p. 93), fue el ayuno lo que en Hechos 13 cambio el curso de la historia (p. 107), el ayuno es hacer morir el pecado (p. 136), es un don de Dios (p. 177); el ayuno domina y controla el cuerpo, o eso dice Lutero (p. 185); alguien que no ayuna no es un cristiano, o eso dice Wesley (p. 191).

Como es obvio, Piper es un firme defensor del ayuno, pero reconoce que el ayuno del Antiguo Testamento no es el mismo que el ayuno cristiano. El pueblo del Antiguo Testamento ayuno principalmente por dos razones: anhelo por el Mesías y duelo (por la pérdida, daño o pecado) (p. 35). Ellos ayunaban los lunes y jueves (Piper no menciona que esta práctica no se encuentra en el Antiguo Testamento, sino en los Evangelios y era parte de la tradición de los fariseos, no un mandato bíblico). Y si bien no hay un mandato del Nuevo Testamento para atinar Piper nos asegura que tenemos que abrazar el ayuno aunque no como se encuentra bajo el Antiguo Pacto. “Lo tomaremos, pero lo vamos a cambiar,” escribe (p. 25).

En ausencia de algún mandamiento en el Nuevo Testamento a ayunar, junto con prácticamente a ninguna mención del ayuno en las epístolas y sólo dos ejemplos en Hechos, Piper tiene que luchar para hacer un argumento para el ayuno durante la era de la iglesia. A pesar de las fuertes declaraciones y afirmaciones por el ayuno mencionadas anteriormente, ninguna de ellas estás apoyadas directamente por la Escritura. Además, existen fuertes argumentos que cuestionan el papel de ayuno para el cristiano que deben tratarse. Piper golpea estas de frente y pronto. Él inicia su libro enlistando textos bíblicos que advierten del ascetismo (1 Timoteo 4:13; Colosenses 2:20-21, 1 Cor 8:8; Lucas 18:12-14) (p. 9). Luego señala a cuatro objeciones que algunos tienen al ayuno cristiano: el ayuno no es exclusivamente cristiano, la llegada del reino ha negado la necesidad del ayuno, el peligro del ayuno conduce al orgullo, y el ayuno parece ser una negación del gozo de la presencia interior del Espíritu Santo (pp. 26-36).

La respuesta de Piper a estas preocupaciones se presenta en varias formas: examen de las Escrituras, testimonios de los demás, y la convicción personal. El argumento principal, por supuesto, tiene que ser lo que el Nuevo Testamento enseña y el ve a Lucas 9:14-17 como el más importante pasaje del Nuevo Testamento sobre el ayuno (p. 34). Los discípulos de Jesús no ayunaban porque estaban en la presencia del Novio pero cuando el esposo les será quitado Jesús declara “ayunarán” (p. 36). Piper rechaza, como yo lo haría, que este ayuno por Sus discípulos no deben limitarse a los tres días entre la Cruz y la Resurrección. Pero él rechaza con bastante rapidez (un párrafo) la enseñanza de Jesús de que el Espíritu Santo vendría a reemplazarlo como nuestro “Paracleto” (Juan 14:18). Piper no menciona a Juan 16:7, donde Jesús dice a sus discípulos que era conveniente que Él se fuera. ¿Podrá referirse la declaración de Jesús al ayuno de sus discípulos de cuando El fuese quitado al tiempo entre la Crucifixión y Pentecostés? Piper no se refiere a esta posibilidad.

El autor utiliza algunas otras escrituras del Nuevo Testamento para probar su caso, pero ninguno convincente. El afirma que 2 Corintios 6:5 y 11:27 (p. 37) habla de Pablo ayunando cuando claramente estos versículos están en el contexto de un hambre forzada como una forma de persecución. Él señala correctamente a Hechos 13:1-3 y 14:23 para mostrar que el ayuno se practicaba todavía en ocasiones por la iglesia del Nuevo Testamento, pero nunca se ocupa de que algunos cristianos de la época, como Pablo, aun participaban en algunas fiestas judías y rituales. Si queremos modelar nuestras vidas tras estos ejemplos, ¿por qué no nosotros, como cristianos guardamos las tradiciones judías como algunos de los apóstoles lo hicieron por un tiempo? Lo que falta en la exégesis de Piper es una clara enseñanza o mandamiento en las escrituras del Nuevo Testamento para el ayuno en la era de la Iglesia. Los ejemplos pueden darnos la libertad de ayunar, pero no son un mandato. Romanos capítulo 14 es un texto importante en relación a este tema, pero no está adecuadamente tratado en este volumen (véase la pág. 33). Francamente Piper no demuestra su argumento para el ayuno cristiano del Nuevo Testamento. El ayuno no es ni ordenado ni rechazado en el Nuevo Testamento, pero se deja a las circunstancias y convicciones de los cristianos. Una cita de J. Oswald Sanders da el equilibrio adecuado: “El ayuno no es un requisito legalista sino una reacción espontánea en circunstancias especiales ... Hay ... gente piadosa y devota que se han encontrado al ayuno un obstáculo más que una ayuda ... No hay necesidad de tal cosa para estar en esclavitud. Que hagan lo que más les ayude para orar” (p. 208). Con esto estoy de acuerdo.

La siguiente línea de argumentación de Piper son ejemplos y citas en toda la historia de la iglesia. Dedica el capítulo cinco para tales experiencias (pp. 99-127) y termina Hambre de Dios con un apéndice de las citas que favorecen el ayuno (pp. 183-210). Por supuesto, las citas y ejemplos, aunque interesantes, no llevan ninguna autoridad si no está respaldada por la Escritura. Pero aún más preocupante es que Piper se basa en una serie de fuentes perturbadoras. Hay líderes de formación espiritual como Richard Foster (pp. 19, 58, 202-203) y Dallas Willard (pp. 203-204), sacerdotes católicos romanos y monjes (p. 210), y Padres del Desierto y los místicos de la iglesia primitiva de los que gran parte de las prácticas modernas del ayuno se originan (p. 210).

La última línea de argumentación de Piper es su propia convicción y autoridad. Las afirmaciones del ayuno, que se enumeran al principio de este comentario, simplemente no se pueden probar por la Escritura. Ellas son la opinión de Piper y los que apoyan su punto de vista. Por ejemplo, cuando se utiliza Hechos 13 como prueba para el ayuno cristiano no menciona que el pasaje no tiene razones específicas por las cuales ayunaban, y que nada se dice acerca de su hambre de Dios que los llevó a ayunar (p. 106). Esto es típico del libro. Piper hace afirmaciones poderosas para el ayuno cristiano pero no prueba estas afirmaciones de las escrituras del Nuevo Testamento.

Uno de los textos del Antiguo Testamento en que el autor pasa mucho tiempo es Isaías 58 que condena a Israel por mantener ayunos, mientras que su corazón estaba lejos de Dios. Este es un excelente recordatorio, pero Piper utiliza el pasaje como trampolín en su creencia en el mandato cultural (aunque no se menciona por su nombre), que la iglesia ha sido llamada a la acción social como parte de la Gran Comisión (págs. 22, 127 - 153). Piper puede hacer este enlace sólo igualando el Israel del Antiguo Testamento con la iglesia del Nuevo Testamento. Al hacerlo, no distingue la vida bajo el Antiguo Pacto de la enseñanza del Nuevo Testamento para la vida durante la era de la iglesia. Esto es realmente fundamental para la posición de Piper sobre el ayuno. La lógica es que si el ayuno es una parte importante de la vida espiritual, el Israel del Antiguo Testamento, entonces también debe ser una parte importante de la vida del cristiano hoy. Durante la era de la iglesia, debemos hacer algunos cambios y ajustes a la vida del Antiguo Testamento, pero no hay que romper el vínculo con estas cosas. Es sobre la base de esta premisa teológica que Piper puede promover el ayuno tan fuertemente a pesar de la ausencia de la enseñanza del Nuevo Testamento para respaldar sus puntos de vista.

No hay comentarios: