El Dios que Salva
1 Timoteo 1:1
POR JOHN F. MACARTHUR
¿Por qué el mayor amor de Dios no se otorga a los ángeles fieles, que nunca cayeron y que, a lo largo de todos los tiempos, han sido fieles a amar y adorar al Dios que los creó? ¿Por qué Dios amaría a los miserables pecadores y pagaría el precio máximo para demostrar ese gran amor?
Francamente, la respuesta completa a esta pregunta sigue estando rodeada de misterio. Es una maravilla inmensa e incomprensible. No conocemos las razones por las que Dios decide amar a los pecadores caídos. Y debo confesar, junto con cada verdadero hijo de Dios, que no sé por qué Dios eligió amarme. Sólo sé que es para su propia gloria, y ciertamente no porque me encuentre merecedor de su amor. En otras palabras, las razones de Su amor se encuentran sólo en Dios, no en aquellos a quienes Él ama.
Y lo que la Escritura revela es que la voluntad de salvar es intrínseca a quién es Dios. "Dios es amor" (1 Juan 4:8, 16). No es ajeno a su naturaleza ser un Salvador: buscar y salvar a los perdidos. Él es un Salvador por naturaleza. Primera Timoteo 1:1 se refiere al Padre como "Dios nuestro Salvador". Una de las imágenes verbales más vívidas que dio Jesús para describir a Dios es el afán del padre en la parábola del hijo pródigo, esperando atentamente el regreso de su hijo perdido, corriendo a recibir al hijo descarriado cuando regresó, prodigándole regalos y estatus inmerecidos. Ese es el carácter mismo del Dios que adoramos. Es un Dios salvador.
Y siempre ha sido conocido como un Salvador. Los liberales teológicos tratan de poner un gran abismo entre el Nuevo Testamento y el Antiguo Testamento. A menudo afirman que el Dios del Antiguo Testamento es una deidad iracunda, vengativa, envidiosa, vitriólica, hostil y castigadora. El Dios revelado en el Nuevo Testamento es diferente: una deidad compasiva, amorosa y salvadora. Esa es una corrupción tonta y deshonesta de las Escrituras.
El Dios del Antiguo Testamento era conocido por su pueblo como un Salvador. Israel conoció a Dios como un Salvador-un Dios salvador. Él es un Libertador. Él rescata a la gente de la esclavitud y la muerte.
Por supuesto, no es así en la ciencia de la etnología y el mundo de la religión y las deidades. Estudie las antiguas religiones del Medio Oriente, y no va a encontrar dioses que salven. Prácticamente todos los sistemas religiosos creados por el hombre que se han conocido cuentan con algún medio por el que el adorador, con su propio esfuerzo, puede salvarse a sí mismo, o al menos mejorarse. Pero no vas a encontrar ningún dios hecho por el hombre que sea por naturaleza un salvador, un rescatador.
Por ejemplo, en tiempos del Antiguo Testamento, Baal era el nombre que los cananeos daban a sus deidades. La expresión hebrea ba'al procedía de una palabra fenicia que significaba "señor", y cuando el nombre se utilizaba por sí solo, solía ser una referencia al dios del sol. Cada tribu o localidad cananea tenía supuestamente su propio dios distintivo. Baal-zebub, por ejemplo, era el dios de Ecrón (2 Reyes 1:2-3, 6, 16). Su nombre significaba "señor de las moscas", y era tan asqueroso y sucio que su nombre fue adaptado, convertido en un juego de palabras, y utilizado en los tiempos del Nuevo Testamento como nombre de Satanás: Beelzebul, que significa "señor del estiércol" (Marcos 3:22).
Los baales cananeos no estaban interesados en salvar a nadie. Se les podía pedir favores con sacrificios, pero se consideraba contrario a la idea misma de una deidad imaginar que una deidad ofendida tomara la iniciativa de proporcionar la salvación, el perdón o la liberación a cualquiera que hubiera incurrido en la ira o el disfavor de los dioses.
El encuentro de Elías con los sacerdotes de Baal en el monte Carmelo muestra el marcado contraste entre Yahvé y Baal. Elías propuso un concurso:
" Y Elías volvió a decir al pueblo: Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres. Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho.” (1 Reyes 18:22-24)
Así que en una caracterización clásica de Baal, los sacerdotes de Baal intentaron todo lo que se les ocurrió para hacer que Baal reaccionara. Por supuesto, Baal no existe, así que no podía hacer nada porque no existía. Incluso los demonios, que podían jugar con las supersticiones de la gente y hacerse pasar por Baal, eran incapaces de realizar el milagro necesario. Por lo tanto, Elías se burló de ellos, llevándolos a un loco frenesí.
Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos.. (1 Reyes 18:27-28).
Lo mejor que podría decirse de Baal (o de cualquier otra deidad creada por el hombre) sería que es indiferente. Eso es lo que implicaba la burla de Elías. En efecto, "tu dios está ocupado en otras cosas y ni siquiera te escucha". Los frenéticos esfuerzos de los sacerdotes de Baal terminaron en un sangriento agotamiento, sin respuesta alguna de Baal.
El espectro pagano oscila entre la indiferencia y la hostilidad. Los amonitas del Antiguo Testamento adoraban a un dios llamado Moloc. Era una deidad tan malvada que la única manera de apaciguarla era con sacrificios de niños. Era representado por un enorme ídolo de bronce. Era hueco, y diseñado para servir como un pozo de fuego. Se calentaba como un horno, y los niños recién nacidos eran arrojados a las llamas como sacrificio. El Antiguo Testamento describe el sacrificio ritual de niños como el más grotesco de todos los males humanos.
En algún lugar de ese espectro que va desde la apatía hasta la hostilidad viciosa se encuentran todos los dioses del mundo. Ninguno de ellos es un Salvador como Yahvé. A diferencia de todos ellos, Él es compasivo, misericordioso, de corazón tierno, lleno de bondad y deseoso de salvar a la gente. Esa lección se incorporó al significado de la Pascua, el Éxodo, el Mesías prometido y todas las liturgias sacerdotales y de sacrificio.
Los salmos están llenos de esta verdad: " Clemente y compasivo es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia. El Señor es bueno para con todos, y su compasión, sobre todas sus obras”(Salmo 145,8-9). “Pues tú, Señor, eres bueno y perdonador, abundante en misericordia para con todos los que te invocan.” (Salmo 86:5). “Porque el Señor es bueno; para siempre es su misericordia, y su fidelidad[a](B) por todas las generaciones” (Salmo 100:5). Cada uno de los 26 versículos del Salmo 136 termina con la frase: "Porque su misericordia es eterna".
Observe la frecuencia con que, cuando el tema es la misericordia de Dios, la Biblia subraya su fidelidad e inmutabilidad. En efecto, Dios -como Salvador de su pueblo- es la única y verdadera constante en todo el universo. Por eso redime a su pueblo en lugar de destruirlo sumariamente cuando peca: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos” (Malaquías 3:6).
Su ira contra el pecado es real, pero no provoca que Él altere su Palabra, revise su voluntad, revoque sus promesas o cambie de opinión: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y no lo hará?, ¿ha hablado, y no lo cumplirá?" (Números 23:19).
La implicación necesaria de la inmutabilidad de Dios es que no está sujeto a estados de ánimo cambiantes, destellos de temperamento, disposiciones fluctuantes o temporadas de abatimiento. En términos teológicos, Dios es impasible. Eso significa que no puede ser movido por emociones involuntarias, sufrimiento, dolor o daño. En palabras de la Confesión de Fe de Westminster (2.1), Dios es "quien es infinito en su ser y perfecciones; espíritu purísimo, invisible, sin cuerpo, miembros o pasiones.”
Pero, ¿significa eso que Dios es totalmente insensible y carente de afectos? Como ya hemos visto, la Escritura afirma claramente que no es así en absoluto. Pero todavía nos queda la pregunta de cómo Dios puede ser a la vez impasible y compasivo. Y eso lo consideraremos la próxima vez.
(Adaptado de None Other)
Disponible en línea en: https://www.gty.org/library/blog/B210412
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