El Dominio Propio y La Batalla por Nuestras Mentes
Por Randy Alcorn
Si bien las Escrituras no dicen tanto como quisiéramos sobre el control de las circunstancias, dice mucho más de lo que nos gusta sobre el autocontrol. La Escritura advierte: “Como ciudad derribada y sin muro. Es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.” (Proverbios 25:28). Tal ciudad y tal persona quedarán infelices.
Sin dominio propio en el interior, nuestras vidas se vuelven vulnerables a innumerables ataques. Es por eso que Dios nos ordena: “Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid… al conocimiento, dominio propio” (2 Pedro 1:5-6). El creyente controlado por el Espíritu es un creyente con dominio propio: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5: 22-23).
Inmediatamente después de decirle a sus lectores que deben expresar sus ansiedades sobre Dios, Pedro les dice: “Sed de espíritu sobrio, estad alerta.” (1 Pedro 5:8). En todo el Nuevo Testamento estamos llamados a ejercer el dominio propio. Pero no podemos ejercer el autocontrol a menos y hasta que creamos que podemos controlarnos a nosotros mismos.
La clave para controlarte es controlar tu mente. Es por esto que Salomón dijo: “Con toda diligencia guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida” (Proverbios 4:23).
Pablo les dice a los Romanos: “Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5).
¿Cuál es tu forma de pensar? ¿Habitas en pensamientos egoístas, envidiosos, celosos, amargos? ¿O habitas en lo que agrada a Dios? ¿Te enfocas en Dios, Su Palabra y Sus poderosas obras en nuestro nombre, o te enfocas en los infortunios y desgracias y abusos sufridos en manos de otros? De acuerdo con las Escrituras, la elección es tuya.
Una y otra vez, se nos dice que nos deshagamos del pensamiento erróneo y del comportamiento equivocado al que conduce, y lo reemplazamos por un pensamiento correcto y un comportamiento correcto.
“que en cuanto a vuestra anterior manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se corrompe según los deseos engañosos, y que seáis renovados en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad. Por tanto, dejando a un lado la falsedad, hablad verdad cada cual con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros” (Efesios 4:22-23)
5 Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. 6 Pues la ira de Dios vendrá sobre los hijos de desobediencia por causa de estas cosas, 7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. 8 Pero ahora desechad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, lenguaje soez de vuestra boca. 9 No mintáis los unos a los otros, puesto que habéis desechado al viejo hombre con sus malos hábitos, 10 y os habéis vestido del nuevo hombre, el cual se va renovando hacia un verdadero conocimiento, conforme a la imagen de aquel que lo creó; 11 una renovación en la cual no hay distinción entre griego y judío, circunciso e incircunciso, bárbaro, escita, esclavo o libre, sino que Cristo es todo, y en todos. 12 Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; 13 soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; como Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 14 Y sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo de la unidad. (Colosenses 3:5-14)
Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto. (Romanos 12:1-2)
Estos pasajes hablan de poner la nueva naturaleza en Cristo y postergar la vieja naturaleza pecaminosa. ¿Nos dirá Dios que controlemos nuestras mentes y nuestras acciones si no somos capaces de hacerlo? ¿Es Dios tan poco realista o cruel que nos ordenará hacer lo imposible?
Pedro dice: “Por tanto, ceñid vuestro entendimiento para la acción; sed sobrios en espíritu” (1 Pedro 1:13).La frase traducida como “ceñid vuestro entendimiento para la acción” significa literalmente “ciñe los lomos de tu mente.” En el primer siglo, tanto hombres como mujeres usaban túnicas largas. Confrontados con una situación estresante, pelearían o huirían. Pero primero se inclinarían, agarrarían el dobladillo posterior de su bata y la levantarían entre sus piernas, metiéndola en el cinturón. Ahora estaban preparados para luchar o correr sin temor a tropezar con sus túnicas.
Esto es lo que debemos hacer con nuestras mentes: ceñirlas, ponerlas en condiciones de batalla para que no tropecemos. Entrar en batalla requiere preparación, determinación y perspectiva. Necesitamos poner nuestras mentes en Cristo, y recurrir a su fortaleza: “Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:1-2).
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