Cómo Sentir las Emociones De Manera Cristiana
Por Wyatt Graham
¿Te has preguntado alguna vez si hay una manera cristiana de sentir? Todos nosotros experimentamos ira profundamente arraigada, profundidades de depresión y delicias de alegría. A veces dejamos que las emociones nos abrumen sin pensarlo dos veces. Sin embargo, hay una manera distintivamente cristiana en que debemos experimentar estas emociones. Son los Salmos que nos enseñan cómo manejar tiempos de alegría y tristeza.
Los primeros cristianos entendieron esto. Considere las palabras de San Atanasio en su Carta a Marcelino sobre los Salmos: "Estas palabras se vuelven como un espejo para la persona que las canta, para que pueda percibirse a sí mismo y a las emociones de su alma" (§12). Cuando lee los Salmos, se ve a sí mismo como mirando al espejo, reflejando en él las emociones de su alma. Cuando el salmista llora, Atanasio ve sus lágrimas; cuando el salmista grita de alegría, Atanasio se ve a sí mismo sonriendo.
Considere el Salmo 73, mirando a Asaf mientras trabaja a través de su amargura por el éxito de los demás. Asaf confiesa la bondad de Dios, pero su confesión no coincide con su experiencia emocional. En 73:1-3, dice: “Ciertamente Dios es bueno para con Israel, para con los puros de corazón. En cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de tropezar, casi resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de los impíos.”
Asaf más tarde resiente sus esfuerzos por agradar a Dios, ya que envidia la vida de los grandes apostadores o los exitosos que, a diferencia de él, no han tenido la intención de vivir con un corazón limpio: "He aquí, estos son los impíos, y, siempre desahogados, han aumentado sus riquezas. Ciertamente en vano he guardado puro mi corazón y lavado mis manos en inocencia” (73:12-13).
El alma retorcida de Asaf, contorsionada por pinzas de amargura, se vuelve firme cuando entra a la presencia de Dios. Solo después de cavar en el pozo de la amargura, descubre la verdad y vuelve a la normalidad. En 73:16-17, Asaf cuenta: “Cuando pensaba, tratando de entender esto, fue difícil para mí, hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos.”
Lo que Asaf descubre es que no todo lo que ves es verdad. Las personas malvadas pueden imitar el éxito. Pueden, por un tiempo, experimentar la facilidad. Pero su destino, su final es el fracaso total y el miedo: “¡Cómo son destruidos en un momento! Son totalmente consumidos por terrores repentinos” (Salmo 73:19).
Escucha cómo Asaf sana sus emociones contaminadas, su condición de alma oscura:
Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti. Sin embargo, yo siempre estoy contigo; tú me has tomado de la mano derecha. Con tu consejo me guiarás, y después me recibirás en gloria. ¿A quién tengo yo en los cielos, sino a ti? Y fuera de ti, nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón pueden desfallecer, pero Dios es la fortaleza de mi corazón y mi porción para siempre. Porque he aquí, los que están lejos de ti perecerán; tú has destruido a todos los que te son infieles. Mas para mí, estar cerca de Dios es mi bien; en Dios el Señor he puesto mi refugio, para contar todas tus obras. (73:21-28)
La presencia de Dios sacó su amargura así como la medicina saca la enfermedad. Asaf sabe lo que le espera al malvado: la muerte. Pero la gloria está delante de él: “y después me recibirás en gloria.” La gloria de Dios, esa gloria en la cual entraremos, recalibra las emociones del alma, domesticando su edad y convirtiéndola en alegría.
Una de las principales razones para leer Salmos es porque cada uno nos enseña de manera única cómo sentir y cómo desenroscar nuestras retorcidas emociones cuando sufrimos la noche oscura de las almas.
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