“Paz, Paz” Cuando No Hay Paz
Por Mark Snoeberger
Una de las traducciones erróneas más problemáticas en la historia de la traducción de la Biblia en inglés (al menos en términos de su aceptación e impacto popular) es la traducción de a King James de Lucas 2:14 como “¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (RV) A pesar de que casi todas las traducciones modernas han corregido esta desafortunada traducción, estrechando adecuadamente el alcance del ministerio de paz de Cristo “entre los hombres en quienes El se complace,” (LBLA) la representación universalmente conciliadora encontrada en la KJV está registrada en las mentes de millones en el mundo de habla inglesa y molesta especialmente por su presencia ubicua en villancicos. Se supone que la Navidad consiste en fomentar la tranquilidad y la armonía en todas partes. Esta idea no es, por supuesto, única en el mundo de habla inglesa. Es evidente que la visión utópica de la paz universal ya circulaba durante el ministerio terrenal de Cristo, tanto que Jesús se sintió obligado en múltiples ocasiones a denunciar la idea:
- Mateo 10:34–37: “No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada. Porque vine a PONER AL HOMBRE CONTRA SU PADRE, A LA HIJA CONTRA SU MADRE, Y A LA NUERA CONTRA SU SUEGRA; y LOS ENEMIGOS DEL HOMBRE serán LOS DE SU MISMA CASA. El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o a la hija más que a mí, no es digno de mí.”
- Lucas 12:49–53: “Yo he venido para echar fuego sobre la tierra; y ¡cómo quisiera que ya estuviera encendido! Pero de un bautismo tengo que ser bautizado, y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que vine a dar paz en la tierra? No, os digo, sino más bien división. Porque desde ahora en adelante, cinco en una casa estarán divididos; tres contra dos y dos contra tres. Estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra.”
¡Qué sobrios recordatorios mientras muchos de nosotros nos preparamos para hacer peregrinaciones anuales para visitar a los mismos padres, hijos, madres, hijas y suegros de los cuales Cristo está hablando!
Sí, uno de los propósitos de Cristo en la encarnación era preparar un camino hacia la paz definitiva (Lucas 1:79), pero este camino es aquel del que muchos están ciegos (Lucas 19:41). Para ellos, parece un propósito secundario de la encarnación de Cristo: “Yo vine a este mundo,” dijo en otro lugar, “para juicio; para que los que no ven, vean, y para que los que ven se vuelvan ciegos.” ( Juan 9:39, véase todo el capítulo que sigue).
Entonces, ¿qué es lo que el creyente debe hacer con este tipo de información? Simplemente, debemos cultivar la tensión, o como dice Greg Bahnsen, “presionar la antítesis.” La Navidad no es el momento, como muchos suponen, de suprimir toda distinción religiosa y buscar la paz a toda costa. En realidad, es un momento particularmente adecuado para afirmar suavemente pero firmemente la necesidad de abrazar la cosmovisión cristiana con padres y madres, hijos e hijas, hermanos y todos los que se oponen a Cristo. Es un tiempo para recordar sinceramente a los incrédulos, aun cuando compartimos dones, que están disfrutando de los dones de Dios mientras ignoran al Dador. Es un tiempo para informar compasivamente a los incrédulos, en palabras de Isaías, que “no hay paz para los impíos.”
Por supuesto, debemos ser conscientes de los mandatos bíblicos de hacer estas cosas “con mansedumbre y reverencia, teniendo buena conciencia” (1 Pedro 3:15-16), haciendo todo lo posible por “hacer atractiva la enseñanza de Dios nuestro Salvador” al mostrar integridad, sobriedad, palabras puras, humildad, diligencia, buenas obras, amor, etc. (así que Tito 2:6-10, 1 Pedro 3:1, Mateo 5:16, Juan 17:20-23, etc...). Nunca será de provecho que anunciemos el Evangelio y descuidemos estos accesos vitales del Evangelio.
Pero al final del día es posible que nuestra búsqueda de la “paz” en Navidad pueda muy bien ser un ataque pasivo contra el propósito mismo por el cual Cristo vino. En nuestros intentos sinceros de fortalecer el vínculo del padre con el hijo y la madre con la hija, bien podemos estar haciendo exactamente lo contrario de lo que Cristo pretende. Que Dios nos conceda a todos la sabiduría y la gracia tanto para identificar como para crear oportunidades para el Evangelio durante este tiempo de gracia.
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