La Virtud Perdida del Dominio Propio
Tim Challies
Hay dos vidas diferentes que llevo. Dos tipos diferentes de vida. Esta la vida que amo, pero que es tan difícil de mantener, y esta la vida que odio, pero de la cual estoy tan a menudo tentado. La primera es una vida de disciplina y somonio propio, mientras que la segunda es una vida de desorganización e inestabilidad. Amo la primera forma de vida, pero estoy constantemente deslizándome hacia la segunda.
La Biblia elogia el domonio propio y la disciplina. Se nos dice que el dminio propio es fruto del Espíritu, una huella de la presencia de Dios en nuestras vidas. Se nos dice que nos disicplinemos y nos entrenemos para la piedad (1 Timoteo 4:7), trabajar por hábitos y patrones que nos llevarán hacia pensamientos santos, deseos santos, y vidas santas.
Considero que el domonio propio es una virtud perdida, una cualidad que ignoramos con demasiada facilidad. Creo que podemos estar incómodos con la idea de dominio propio, ya que nos gusta hacer hincapié en la gracia. De alguna manera la gracia parece equipararse con la libertad de la estructura, con la libertad de rigidez. Nos deleitamos en la libertad del Evangelio, sin darnos cuenta de que el Evangelio no nos libera del dominio propio, sino para el dominio propio. Debido a que ya no estamos contando con nuestros hábitos y patrones para disciplinarnos hacia la salvación, con alegría podemos movilizarlos para disciplinarnos hacia la santificación.
El dominio propio y la disciplina son dones que podemos utilizar para restringir el pecado y promover la santidad. Son dones que podemos utilizar para obstaculizar los antiguos hábitos y promover nuevos y mejores modelos.
Amo mi vida de disciplina y dominio propio. Odio mi vida de confusión e inestabilidad. Y sin embargo, esa vida es siempre cautivamnte, siempre está llamando. En el mismo momento de empezar a deslizarme, me deslizo alejándome del dominio hacia el caos. Me deslizo de la disciplina hacia la desorganización.
Como cristiano estoy influenciado por un antiguo y un nuevo hombre, el hombre que era y el hombre al que me estoy convirtiendo. El nuevo hombre le gusta ver cada momento como un regalo de Dios que debe ser bien manejado; el antiguo hombre le gusta malgastar el tiempo y la oportunidad, un momento a la vez. El nuevo hombre ve el beneficio de vivir una vida disciplinada; el antiguo hombre insiste en que simplemente no vale la pena el esfuerzo. El nuevo hombre ve que los patrones y hábitos pueden ser renovados y se rescatan y se utilizan para el bien; el antiguo hombre grita que esto es debilidad, una muleta para la persona que carece de una mayor motivación.
Mientras que el verano da paso al otoño – mientras un caos de verano da paso al horario de otoño - este es el momento de renovar mi compromiso con una vida de dominio propio, una vida que es disciplinada para la piedad. Es tiempo de renovar mi compromiso con su pura bondad, y su valor normal. No hay mejor momento que ahora.
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