lunes, agosto 09, 2021

¿Por Qué nos Atrapa el Pecado?

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¿Por Qué nos Atrapa el Pecado?

Por John MacArthur

Como anterior presidente y actual canciller emérito de la Universidad Master, he pasado mucho tiempo con los jóvenes. Y una de las cosas que más temo por ellos es que, durante los años de su juventud, se entrenen para pecar.

Lo sepamos o no en ese momento, los hábitos que formamos como adultos jóvenes se convertirán en patrones obstinados más adelante en la vida. Es durante los años de universidad que desarrollamos lo que el escritor de Hebreos llama pecados "asediantes" o "enredantes" (Hebreos 12:1). Estos son los pecados que se han vuelto familiares para usted, y tal vez son tan habituales que ya no los reconoce por lo que son. Este tipo de pecado a veces puede parecer imposible de romper.

Lo trágico es que el hábito y la familiaridad no disminuyen el horror real del pecado. Todos nuestros pecados, incluso los que no reconocemos, son los pecados que clavaron a Jesucristo en la cruz. Son los pecados por los que Él murió. Y, sin embargo, seguimos viviendo en esos mismos pecados de forma ingenua, ignorante y, a veces, incluso voluntaria.

Es fácil para nosotros mirar las palabras familiares de Hebreos 12:1, con su advertencia acerca de cuán fácilmente nos enreda el pecado, y ser insensibles al peligro real que el escritor está describiendo. Si un estudiante de la TMU desarrolla un pecado habitual aquí en el campus, en un ambiente rico en enseñanza bíblica y amistad cristiana, ¿cuánto más luchará con ese mismo pecado cuando regrese a casa para el verano o cuando se gradúe? Una vez que el pecado se afianza, es difícil escapar. Debido a esto, la mayoría de las personas tendrán ciertos pecados contra los que deberán luchar toda su vida porque ciertos hábitos fueron cultivados en la juventud.

Si vas a vivir bien la vida cristiana y correr la carrera con resistencia, tienes que lidiar con tus pecados que te asedian. Y el primer paso para combatir estos pecados es entender por qué nos atrapan tan fácilmente.

1. El pecado tiene poder porque tu carne no está redimida.

Cuando Dios te salvó, tu espíritu fue redimido. Usted es, en el interior, una nueva creación. Su carne, sin embargo, no ha sido redimida, y es por eso que el pecado todavía tiene un punto de apoyo en nuestras vidas.

Por "carne", no me refiero sólo a nuestros cuerpos físicos. Me refiero a nuestra humanidad: la forma en que actuamos, pensamos y sentimos. Nuestras voluntades, emociones y cuerpos son parte de nuestra carne no redimida, y es en estas áreas donde el pecado sigue teniendo poder. Por eso, Pablo escribió: “¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24). Pablo veía su carne como un cadáver en descomposición al que estaba atado y del que no podía escapar. Le resultaba repulsivo porque la influencia de su carne se oponía al Espíritu (Gálatas 5:17).

El pecado tiene un gran poder en nuestras emociones. Tiene un gran poder en nuestra voluntad. Y hasta que nuestros cuerpos sean redimidos, somos muy vulnerables a la influencia del pecado. Por eso la Biblia habla de mantenernos lo más alejados posible del pecado, porque éste encuentra fácilmente su camino en nuestra carne no redimida.

2. El pecado tiene poder porque está dentro de ti.

Nos gustaría creer que el pecado es un enemigo que existe fuera de nosotros - algo que podemos ver venir mucho antes de que llegue a nosotros. Pero en verdad, el pecado está muy cerca; en realidad está dentro de nosotros. Jeremías 13:23 dice: "¿Podrá el etíope cambiar de piel? ¿O el leopardo cambiar sus manchas?" Y la respuesta obvia es que no. La segunda parte del versículo continúa: “Así vosotros, ¿podréis hacer el bien estando acostumbrados a hacer el mal?” Y el punto es que es natural para nosotros pecar porque es inherente a nuestra naturaleza. El pecado está en lo más profundo de nosotros. “El corazón,” dice Jeremías es, “Más engañoso que todo, .. y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?” (Jeremías 17:9).

Tanto si estás solo en casa como en medio de una congregación el domingo por la mañana -dondequiera que estés- tu pecado también está ahí. Nunca puedes correr lo suficientemente lejos para alejarte de él. Estar rodeado de las personas adecuadas y estar en el ambiente correcto puede ciertamente facilitar la batalla, pero nunca eliminará la pecaminosidad de tu carne.

3. El pecado tiene poder porque es difícil de detectar.

Alguien me preguntó hace algunos años si predico sermones con un motivo puro. Y mi respuesta a esa pregunta fue: "No lo sé". Me gustaría pensar que cada vez que me levanto a predicar la Palabra de Dios, lo hago con un motivo absolutamente puro para glorificar a Dios, y no con ningún motivo para llamar la atención sobre mí mismo, para ganar reputación o para que me consideren virtuoso. Pero no puedo conocerme lo suficientemente bien como para decir definitivamente que mis motivos son realmente puros.

El pecado está tan enredado en lo que soy que no puedo aislarlo; es así de profundo y omnipresente. No sé si alguna vez he tenido un motivo absolutamente puro que haya durado mucho tiempo, porque el pecado infecta todos mis deberes. Infecta todos mis ministerios. Está enredado en todos mis motivos. Desalienta y hiere todos mis propósitos y todas mis buenas intenciones, e incluso se agolpa en los mismos actos de obediencia y adoración que me esfuerzo por expresar a Dios.

Si el pecado es tan fuerte, entonces, ¿qué hacemos? La Biblia nos dice que debemos despojarnos de este pecado que nos asedia, incluso a pesar de lo poderoso que es. En la próxima entrada comenzaremos a ver las armas que Dios nos ha dado para esta lucha.

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