Salmo 90: La Sabiduría Significa Contar Nuestros Días y no Vivir Como si Cada día Fuera el Último
Por John Stevens
Hace un par de semanas, el Times publicó una reseña de un nuevo libro de Lucy Kellaway titulado Re-educated: How I Changed My Job, My Home, My Husband and My Hair [Reeducado: Cómo Cambié de Trabajo, Mi Hogar, Mi Esposo y Mi Cabello] . Me llamó especialmente la atención esta cita:
“El peor consejo que he escuchado es vivir cada día como si fuera el último. Es probable que las decisiones que tomes sean horribles, y que te quedes con ellas durante mucho tiempo.”
Aunque la incertidumbre de la vida significa que no podemos saber si este día será el último, esta es una filosofía distorsionada e invivible. Inyecta una falsa urgencia en la vida y, si se toma al pie de la letra, nos aseguraría que sólo tenemos una visión a corto plazo. A pesar de ello, es muy fácil que los cristianos adopten esa perspectiva. Los predicadores suelen utilizar este tipo de retórica para motivar a los creyentes a la urgencia. Puede ser muy manipuladora. Esa falsa urgencia suele estar consagrada en la enseñanza escatológica, que supone que el regreso de Jesús, o el rapto, podría ocurrir en cualquier momento.
Puede haber momentos en los que sepamos que nuestros días son cortos, por ejemplo, si tenemos una enfermedad terminal o una edad avanzada. Esto debería dar un sentido de urgencia a nuestras decisiones y acciones. Pero en lugar de vivir permanentemente con un falso sentido de urgencia, la Biblia nos anima a ser sabios contando nuestros días.
Esta mañana he leído el Salmo 90, en el que Moisés pide al pueblo de Dios que enseñe a su gente esta sabia perspectiva. Refleja que la duración habitual de la vida humana era de setenta u ochenta años, por lo que deberíamos considerar nuestras vidas desde esta perspectiva normal. El peso de su oración es que Dios se desprenda de su ira contra su pueblo para que no viva su vida en la angustia y el dolor, sino en la alegría y el gozo del perdón. Esta oración, por supuesto, ha sido respondida por el Señor Jesús, quien ha quitado la ira de Dios para que ya no estemos bajo condenación. Como pecadores justificados que han comenzado la vida eterna, deberíamos estar contentos y alegres incluso cuando nos enfrentamos al sufrimiento y a las dificultades mientras esperamos la consumación de la nueva creación.
Sin embargo, sigue siendo necesario que "contemos nuestros días". A la luz de la eternidad, nuestras vidas son ciertamente cortas y transitorias, pero Dios nos ha dado un trabajo que hacer, y no debemos abordarlo como si cada día fuera el último. Gran parte de nuestro trabajo es lento y a largo plazo. Esto es cierto, por ejemplo, en la crianza de los hijos, el crecimiento de los discípulos, la plantación de iglesias y, a menudo, en la evangelización, que requiere un testimonio persistente a largo plazo. La perseverancia y la paciencia son cualidades que tendrían poca relevancia si viviéramos cada día como si fuera el último. ¿Qué lugar tendría la formación teológica para una vida de ministerio si viviéramos cada día como si fuera el último?
La enseñanza del Nuevo Testamento sobre el regreso de Jesús no exige una urgencia tan grande. En primer lugar, no sabemos cuándo volverá Jesús, así que tenemos que vivir como si pudiera volver hoy, pero esperando que no lo haga. Las parábolas de Jesús sobre su regreso nos enseñan que debemos esperar que se vaya durante mucho tiempo. Debemos estar siempre preparados para su regreso, y lo estamos si seguimos confesándole como Señor y sirviéndole fielmente. El servicio fiel significa cuidar de otros creyentes y utilizar los dones que nos ha confiado para hacer crecer su reino. Significa embarcarse en proyectos a largo plazo y no sólo en las cosas que se pueden realizar en un día.
Vivir cada día como si fuera el último es, en última instancia, sobrestimar nuestra propia importancia para los planes y propósitos de Dios. Como nos recuerda el Salmo 90, Él es eterno, y nosotros somos temporales. Él es "desde la eternidad hasta la eternidad", y nosotros somos como la hierba nueva de la mañana que se seca y se marchita por la tarde. Sus tiempos son diferentes a los nuestros, y cumplirá los propósitos de su pacto a través de las generaciones de su pueblo.
La esperanza de vida media en el Reino Unido es hoy de 79 años para los hombres y de 83 años para las mujeres. No es prudente vivir con un falso sentido de urgencia, como si cada día fuera el último. Dios nos llama a trabajar y nos asegura que nuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15v58). Numerar nuestros días nos permite comprometernos con aquellas tareas que son a largo plazo y que pueden no producir frutos inmediatos. Numerar nuestros días nos libera para tener un cuidado apropiado de nuestros cuerpos, mentes y espíritus. Exige que descansemos adecuadamente para poder soportar en el servicio.
A menos que tengamos buenas razones para pensar lo contrario, debemos trabajar sobre la base de que tendremos muchos más años de trabajo fructífero. Esto no es una razón para la procrastinación o la pereza, sino una protección contra la intensidad insostenible, ya sea física o emocional. Es el fundamento de la paciencia y la perseverancia. Es un acto de fe confiar en el tiempo de Dios y no en el nuestro. Es numerar sabiamente nuestros días.
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