El Refrigerio del Amor Cristiano
Por Jason Helopoulos
No es casualidad que Cristo dijera: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Juan 13:35). No dijo que se conocerán por su política, su vida sencilla o su vestido. Ninguna de estas cosas son señales distintivos primarios y externos de los cristianos. Tampoco nos parecemos, comemos o hablamos igual. Pero hay algo que marca a los cristianos externamente. ¿Cuál es la marca distintiva de la comunidad cristiana? Es el amor evangélico: amor sin restricciones, abundante, sacrificial y generoso.
¿Por qué el amor es ante todo la señal distintiva de nuestra comunidad? Porque Dios es amor. Más específicamente, nuestro Dios es amor. Conocemos el amor más allá de todos los demás en la tierra. “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.” (1 Juan 4:10). Somos receptores de un amor insondable, demostrable, eficaz y de otro mundo. Entonces, el amor es lo que marca el cuerpo cristiano. El amor es lo que hacemos, porque el amor es lo que recibimos, y el amor es lo que somos. La gracia evangélica conduce al amor evangélico que se manifiesta en la comunidad evangélica.
El Ejemplo de Filemón
Considere el ejemplo de Filemón. Claramente, Filemón era un hombre de santidad. Él conocía al Señor y había sido cautivado por la gracia del evangelio. De su vida brota un amor digno de mención y encomiable. Pablo dice: “porque oigo de tu amor y de la fe que tienes hacia el Señor Jesús y hacia todos los santos” (v. 5). Ya en Roma, Pablo había oído hablar del amor de Filemón por los hermanos de Colosas. Tal vez escuchó el informe de Epafras, a quien la iglesia de Colosas había enviado a Roma, o tal vez de Onésimo, el esclavo fugitivo de Filemón. Independientemente de quién entregó el informe, Filemón es un ejemplo de que la gracia del Evangelio conduce a un amor evangélico notable.
Filemón es un cristiano maduro, y tenemos mucho que aprender de la recomendación de Pablo de su vida en la comunidad del Evangelio. “los corazones de los santos han sido confortados por ti, hermano” (v. 7), dice Pablo. Aquí hay un discípulo que manifiesta amor en la comunidad del evangelio. Me encanta encontrar cristianos que sobresalgan en ser un refrigerio a los demás y quiero crecer en ser refrigerio de los demás. Qué regalo es ser un refrigerio para quienes nos rodean.
Refrigerio implica que ha habido agotamiento. La gente necesita refrescarse porque ha perdido algo o porque le falta algo. Están cansados. Están agotados. Hay necesidad de descansar. Todos tenemos esta necesidad, y la comunidad evangélica la satisface. Cristo escoge obrar a través de nosotros por medio de Su gracia evangélica para dar refrigerio o descanso a las almas de los demás a medida que extendemos el amor del evangelio los unos a los otros. Y todos lo necesitamos. Cada persona que entra por las puertas de la iglesia necesita un refrigerio del evangelio.
La iglesia es un pequeño oasis en este desierto del mundo. Como la paloma de Noé saliendo del arca, usted puede volar por todo el mundo y no encontrará ningún lugar donde descansar excepto en la comunidad evangélica. Es una estación momentánea, una parada de descanso a lo largo de la carretera de la vida. Es un lugar donde se encuentra el amor de Cristo manifestado a través de su pueblo, una comunidad cambiada y afectada por la gracia del evangelio.
La iglesia a menudo ha sido llamada un hospital para pecadores. El Gran Médico es el Señor Jesucristo. Sí, somos los pacientes, pero también somos las enfermeras. Hemos sido llamados a asistir al Gran Médico atando las heridas, dispensando los medios que restaurarán la salud, extendiendo la misericordia y alentando la vida.
Refrigerio Práctico
Sea un refrigerio para sus compañeros de la congregación. Manifieste el amor del evangelio en su comunidad. Deje que crezca en usted. ¿Cómo puedes ser un refrigerio? Hay muchas maneras. Escriba y envíe por correo notas de ánimo anónimas a las personas de la congregación. Siga el ejemplo del apóstol Pablo; no dude en dar ánimo. Nunca podemos animar demasiado a los demás. Escriba tarjetas de pésame cuando alguien en la iglesia pierde a un ser querido. Oh, entonces necesitamos un refrigerio. Los domingos por la mañana, procure tener buenas conversaciones evangélicas. Quédese por allí. Háblense el uno al otro sobre el sermón. Hablen de Cristo y de todos sus beneficios. Ninguna conversación es más refrescante que ésta.
Sea intencional - Filemón estaba claramente viviendo una vida intencional de amor. Entre en el edificio de la iglesia pensando en tres o cuatro personas con las que planeas hablar esa mañana. Proporcione ánimo, ayuda o amistad. Esté dispuesto a salir de su zona de comodidad. Busque al visitante, a los que no tienen amigos, a alguien que no conozca, y aliéntelos. Entre en conversaciones intencionales con otros. Entre en su iglesia no sólo con el deseo de ser servido, sino de servir. El amor del evangelio está centrado en el otro.
Sea refrigerio a otros durante la semana. Invite a las familias a cenar. Trate de ejercitar el don de la hospitalidad por lo menos una vez al mes. Esta es una de las mejores maneras en que podemos refrescarnos unos a otros en el amor del evangelio. Haga una comida para alguien. Ofrézcase a cuidar a los hijos de una pareja joven. Deje que la gente sepa que usted esté orando por ellos y realmente ore por ellos. Visite un enfermo. Lleve a una viuda a almorzar. Las formas en que podemos ser refrigerio unos a los otros amándonos son infinitas.
Los que reciben la gracia del Evangelio están llenos de amor del evangelio que se manifiesta en la comunidad evangélica. Esto es parte de nuestra santidad en Cristo. Es algo en lo que todos deberíamos querer crecer individual y colectivamente. Hemos sido cautivados por la gracia del evangelio, así que manifestemos el amor del evangelio que fluye de tal vida.
Rev. Jason Helopoulos es pastor principal de University Reformed Church (PCA) en East Lansing, Mich. El es autor de The New Pastor’s Handbook y A Neglected Grace: Family Worship in the Christian Home.
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