¿Cuál es la Conexión Entre el Dispensacionalismo y la Doctrina de la Negación del Señorío?
por John F. Macarthur
No obstante, el hecho de que prácticamente todos los defensores de la doctrina de la negación del señorío son dispensacionalistas sigue prevaleciendo. Ningún teólogo del pacto defiende el evangelio de la negación del señorío. ¿Por qué?
Primero que nada, tienes que comprender que el dispensacionalismo no siempre ha sido bien representado por sus partidarios más entusiastas. Como he señalado, lo que distingue al dispensacionalismo es que vemos en la Biblia una diferenciación entre Israel y la iglesia y esa perspectiva singular que todos los dispensacionalistas tienen en común los diferencia de los no dispensacionalistas. Por cierto, es el único elemento dentro de la enseñanza del dispensacionalismo tradicional que surge de una interpretación literal de los textos bíblicos, además de ser el único principio que prácticamente todos los dispensacionalistas apoyan unánimemente (esa es la razón por la que lo distinguí como la característica que define al dispensacionalismo). Cuando hablo de dispensacionalismo “puro” me refiero a este común denominador: la diferenciación entre Israel y la iglesia.
Hay que reconocer, sin embargo, que la mayoría de dispensacionalistas cargan con mucho más bagaje en sus sistemas que este único punto. Los dispensacionalistas originales solían atiborrar su doctrina con sistemas complejos y esotéricos ilustrados por complicados diagramas; saturaban su repertorio de ideas extrañas y enseñanzas nuevas, algunas de las cuales perduran hasta nuestros días en diferentes ramas de este movimiento. Entre los primeros voceros influyentes del dispensacionalismo estaban J. N. Darby, fundador de los Hermanos de Plymouth y considerado por muchos como el padre del dispensacionalismo moderno; Cyris I. Scofield, autor de la Biblia Anotada de Scofield; Clarence Larken, cuyo libro de cuadros dispensacionalistas no ha dejado de ser imprimido y vendido desde 1918; y Ethelbert W. Bullinger, un clérigo anglicano que llevó el dispensacionalismo hasta extremos sin precedentes (algo que comúnmente se conoce como el ultradispensacionalismo 4 ). Muchos de estos hombres aprendieron teología por sí mismos y eran profesionales en ocupaciones seculares (Darby y Scofield, por ejemplo, eran abogados, y Larkin era proyectista mecánico); fueron laicos cuyas enseñanzas obtuvieron enorme popularidad, en gran medida gracias al entusiasmo popular.
Lamentablemente, algunos de estos primeros expositores del dispensacionalismo no fueron tan precisos o entendidos como lo hubieran sido en caso de haber contado con el beneficio de una formación teológica más completa. C. I. Scofield, por ejemplo, incluyó en su Biblia anotada una referencia que contrasta la “obediencia legal como condición para la salvación [en el Antiguo Testamento]” con “la aceptación... de Cristo” como la condición para la salvación en la dispensación presente 5 . Los críticos no dispensacionalistas con frecuencia han atacado al dispensacionalismo por enseñar que las condiciones para la salvación difieren entre una dispensación y otra, críticas a las cuales aquí por lo menos Scofield se expuso, aunque en otros contextos pareció reconocer que la ley nunca fue un medio para la salvación de los santos del Antiguo Testamento 6 .
La maduración del dispensacionalismo, por tanto, ha consistido sobre todo un proceso o refinación, destilación, aclaración, equiparación y recorte de lo que es extraño o erróneo. Los dispensacionalistas posteriores (entre ellos Donald Grey Barnhouse, Wilbur Smith, Allan MacRae y H. A. Ironside) fueron cada vez más cautelosos con las falacias que salpicaban muchas de las enseñanzas del dispensacionalismo anterior. Los escritos de Ironside demuestran su determinación por confrontar el error dentro del movimiento: atacó el ultradispensacionalismo de Bullinger 7 ; criticó la enseñanza del arrepentimiento relegado a alguna otra época 8 ; condenó la teología del “cristiano carnal” que ayudó a preparar el camino para la enseñanza de la negación del señorío radical de nuestros días 9 . Sus escritos están repletos de advertencias contra el antinomianismo 10 .
Los no dispensacionalistas han tendido a caricaturizar el dispensacionalismo mediante el énfasis en sus excesos, y, a decir verdad, el movimiento ha producido una cuota bastante generosa de enseñanzas abominables. Aunque los dispensacionalistas han sido forzados muchas veces a reconocer que algunos de los argumentos de sus críticos han estado en lo cierto 11 , la diferenciación bíblica entre Israel y la iglesia permanece irrebatible como la esencia del dispensacionalismo puro.
En los últimos años, el dispensacionalismo ha sido golpeado con una feroz embestida de críticas, principalmente dirigidas a su fascinación con el evangelio de la negación del señorío, algunas de cuyas evidencias se han visto en Wrongly Dividing the Word of Truth: A Critique of Dispensationalism (Dividiendo equivocadamente la Palabra de Verdad: Una crítica al dispensacionalismo), de John Gerstner 12 , quien ataca correctamente los elementos del antinomianismo y la soteriología de la negación del señorío en algunas de las enseñanzas dispensacionalistas. Sin embargo, asume equivocadamente que esos conceptos son inherentes a todo el dispensacionalismo, rechazando así el movimiento completo debido a la teología desprolija que encuentra en varios de los dispensacionalistas más importantes.
Asumir que el antinomianismo está en el corazón de la doctrina dispensacionalista es un craso error. Es más, resulta injusto presentar a todos los dispensacionalistas como si fueran teólogos carentes de sofisticación o descuidados, pues muchos estudiantes hábiles e inteligentes de las Escrituras han adoptado el dispensacionalismo y han logrado evitar el antinomianismo, el extremismo y otros errores. Todos mis profesores del seminario eran dispensacionalistas, pero ninguno de ellos habría defendido la doctrina de la negación del señorío 13 .
Sin embargo, nadie puede negar que el dispensacionalismo y el antinomianismo muchas veces han sido defendidos por las mismas personas. Las discusiones recientes presentadas en defensa de la teología de la negación del señorío están arraigadas en ideas popularizadas por los dispensacionalistas y los principales defensores de la teología contemporánea de la negación del señorío son dispensacionalistas. La controversia del señorío es la punta del iceberg en lo que se refiere a las tensiones que siempre han existido en la comunidad dispensacionalista y alrededor de esta, un punto que es esencial para la clara comprensión de la discusión en su totalidad.
Así pues, para apreciar algunos de los conceptos clave del evangelio de la negación del señorío debemos comprender su relación con la tradición dispensacionalista.
¿Dividiendo la Palabra sin criterio?
Para algunos dispensacionalistas la diferenciación entre Israel y la iglesia es solamente el comienzo, pues su teología está llena de contrastes similares: la iglesia y el reino, los creyentes y los discípulos, la vieja y la nueva naturaleza, la fe y el arrepentimiento. Está claro que hay muchas distinciones importantes y legítimas en la Biblia y en la teología sólida (el antiguo y el nuevo pacto, la ley y la gracia, la fe y las obras, la justificación y la santificación), pero los dispensacionalistas muchas veces tienden a llevar demasiado lejos aun los contrastes legítimos. La mayoría de los dispensacionalistas que se han plegado a la doctrina de la negación del señorío se imaginan, por ejemplo, que la ley y la gracia son opuestos mutuamente excluyentes, o que la fe y las obras son de alguna manera incompatibles.
Algunos dispensacionalistas aplican 2 Timoteo 2:15 (“Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad”NVI, énfasis añadido) como si la palabra clave fuera “interpretar” en lugar de “rectamente”. La tendencia dispensacionalista a interpretar y contrastar ha llevado a ciertas exégesis un tanto imaginativas: algunos dispensacionalistas, por ejemplo, enseñan que “el reino de los cielos” y “el reino de Dios” son referencias a ámbitos diferentes1 14 aunque ambos términos son claramente sinónimos en las Escrituras, tal como muestra una comparación de Mateo y Lucas (Mat. 5:3 y Luc. 6:20; Mat. 10:7 y Luc. 10:9; Mat. 11:11 y Luc. 7:28; Mat. 11:12 y Luc. 16:16; Mat. 13:11 y Luc. 8:10; Mat. 13:31-33 y Luc. 13:18-21; Mat. 18:4 y Luc. 18:17; Mat. 19:23 y Luc. 18:24). Mateo es el único libro de toda la Biblia que utiliza la frase “reino de los cielos”, pues el apóstol estaba escribiendo a un público en su mayoría judío y como comprendía la sensibilidad de estos al uso del nombre de Dios, simplemente utilizó el eufemismo común cielos; así que el reino de los cielos es el reino de Dios.
Esta tendencia a contraponer verdades paralelas está en el corazón de la teología de la negación del señorío: el señorío de Jesús y su papel como Salvador son distanciados el uno del otro, haciendo posible proclamarlo como Salvador y al mismo tiempo rechazarlo como Señor; la justificación es apartada de la santificación, legitimando el concepto de la salvación carente de una transformación; los simples creyentes son distinguidos de los discípulos, estableciendo dos clases de cristianos, el carnal y el espiritual; la fe es puesta en contaste con la obediencia, anulando el aspecto moral del acto de creer; la gracia se convierte en la antítesis de la ley, proveyendo la base para un sistema inherentemente antinomiano.
La dicotomía gracia-ley merece examen más profundo. Gran parte de los sistemas de los primeros dispensacionalistas no eran claros en cuanto al papel de la gracia en la economía mosaica y el lugar de la ley en la dispensación presente. Como he señalado, Scofield dejó la desafortunada impresión de que los santos del Antiguo Testamento fueron salvos por el cumplimiento de la ley. Su discípulo más conocido, Lewis Sperry Chafer (cofundador del Seminario Teológico de Dallas y un prolífico autor), escribió la primera teología sistemática condensada del dispensacionalismo y su sistema se convirtió en la norma para varias generaciones de dispensacionalistas educados en Dallas. Sin embargo, Chafer repitió el error de Scofield. En su resumen sobre la justificación escribió:
Según el Antiguo Testamento, los hombres eran justos porque eran honestos y fieles al guardar la ley mosaica. Miqueas define una vida así de esta manera: “¡Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno! ¿Qué requiere de ti el SEÑOR? Solamente hacer justicia, amar misericordia y caminar humildemente con tu Dios” (6:8). Así que los hombres fueron justificados por sus propias obras para Dios, mientras que la justificación del Nuevo Testamento es la obra de Dios para el hombre en respuesta a su fe (Rom. 5:1) 15 .
Aunque Chafer negó en otros escritos que enseñaba múltiples formas de salvación, está claro que abrió una inmensa brecha entre la gracia y la ley. Si bien para él la ley del Antiguo Testamento imponía “una obligación de hacer méritos” ante Dios 16 , por otra parte creía que la gracia libra al hijo de Dios “de todos los aspectos de la ley: como una regla para la vida, como una obligación de llegar a ser aceptable ante Dios, como una dependencia de la carne impotente” 17: “Las enseñanzas de la gracia no son leyes ; son sugerencias. No son exigencias ; son ruegos”, escribió 18 .
En el sistema de Chafer Dios parece fluctuar entre las dispensaciones de la ley y la gracia: la gracia era lo que gobernó la vida desde Adán hasta Moisés y la “ley pura” asumió la autoridad cuando comenzó la nueva dispensación en el Sinaí; en la dispensación presente la “pura gracia” es la regla y el reino milenario será otra dispensación de “pura gracia”. Es evidente que Chafer creía que la gracia y la ley no podían coexistir, por lo que procuró eliminar una o la otra de cada dispensación. Escribió:
Tanto en la era anterior a la cruz como la que seguirá al regreso de Cristo representan el ejercicio de la ley pura, mientras que el período entre ambas representa el ejercicio de la pura gracia. Es imperativo, por tanto, que no se produzca una mezcla descuidada de estos grandes elementos característicos de cada era, no sea que se pierdan las diferenciaciones más importantes en las diferentes relaciones entre Dios y el hombre, y que se oscurezca el reconocimiento de la verdadera fuerza de la muerte de Cristo y de su venida 19 .
Nadie niega que la Biblia contrasta claramente la ley y la gracia. Juan 1:17 dice que “La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” y Romanos 6:4 que “No están bajo la ley sino bajo la gracia”, así que la diferenciación entre la ley y la gracia es obvia en las Escrituras.
No obstante, la gracia y la ley operan en todas las dispensaciones. La gracia siempre ha sido el único medio para la salvación eterna. El punto clave de Romanos 4 es que Abraham, David y otros santos del Antiguo Testamento fueron justificados por la gracia mediante la fe, no porque guardaran la ley 20 . ¿Creía el apóstol Pablo que podemos anular la ley en esta era de la pura gracia? Su respuesta a esa pregunta fue inequívoca: “¡De ninguna manera! Más bien, confirmamos la ley” (Rom. 3:31).
Para ser justos, es importante observar que cuando fue presionado al respecto, Chafer reconoció que la gracia de Dios y la sangre de Cristo eran la única provisión para que los pecadores de cualquier época pudieran ser salvos 21 . Hay que enfatizar, sin embargo, que Chafer, Scofield y otros de sus seguidores han establecido mucha de la diferenciación entre las dispensaciones del Antiguo y el Nuevo Testamento. Como quería evitar lo que consideraba una “mezcla descuidada” de la ley y la gracia, Chafer terminó con la “era de la ley”, que es legalista y la “era de la gracia”, que huele a antinomianismo.
Chafer en realidad era un hombre piadoso, comprometido con la santidad y con altos estándares de vida cristiana, que en la práctica nunca habría consentido la carnalidad, pero su sistema dispensacionalista (con las fuertes dicotomías que introdujo, con sus “enseñanzas de la gracia” que son “sugerencias” y no exigencias, y con su concepto de la “pura” gracia que se oponía a la ley de cualquier tipo) abrió el camino para un estilo de cristianismo que ha legitimado el comportamiento descuidado y carnal.
Chafer podría haber sido considerado con razón el padre de la teología de la negación del señorío del siglo XX, pues señaló al arrepentimiento y al sometimiento como dos “de los aspectos más comunes de responsabilidad humana que, con demasiada frecuencia, son erróneamente añadidos a este solo requisito de la fe o creencia” 22 .Escribió: “el imponer la necesidad de dedicar a Dios la vida, como una condición más para salvarse, es una de las mayores sinrazones. Nunca se nos dice que el llamamiento de Dios a los inconversos tenga por objeto hacerlos súbditos del Señor, sino a que sean objeto de Su gracia salvadora” 23 ; “Después de la atención debida que ha de prestar a la doctrina, la obligación más importante del predicador es predicar exclusivamente a los que ya son cristianos su deber de someterse al Señorío de Cristo, y a los inconversos la necesidad de creer en Cristo como su Salvador” 24 .
Es importante observar que cuando Chafer escribió estas cosas estaba argumentando contra el Movimiento de Oxford, una herejía popular pero peligrosa que estaba empujando a los protestantes de regreso al legalismo y la justicia por las obras del Catolicismo Romano. Chafer escribió:
[Es] desastroso el error de impedir a los inconversos la idea del Señorío de Cristo, una destructora herejía bajo el nombre del Movimiento de Oxford, la cual se ha especializado en este calamitoso error, con la agravante de que los promotores de este Movimiento omiten por completo la idea de la necesidad de creer en Cristo para salvarse e intiman únicamente la obligación de someterse a Dios; por consiguiente, confunden la conversión con la consagración, la fe con la fidelidad, y la fe para vida eterna con la pulcritud de la vida cotidiana. Como puede observarse fácilmente, el objetivo de este Movimiento es dejar a un lado la necesidad de la muerte de Cristo como base de la regeneración y del perdón, y promover la ruinosa herejía de que importa muy poco lo que uno crea con respecto al poder salvador de Cristo, con tal de que la vida cotidiana esté dedicada al servicio de Dios... Lo trágico de todo esto es que los que se acogen a semejante engaño, parecen incapaces de por vida de salir de semejante enredo mediante una auténtica fe en Cristo como Salvador; así que ningún ejemplo mejor que este Movimiento se puede presentar hoy para testificar de lo que significa “un ciego guiando a otro ciego” 25 .
Pero Chafer prescribió el remedio equivocado para las falsas enseñanzas del Movimiento de Oxford, ya que para responder a un movimiento que “omite[n] por completo la idea de la necesidad de creer en Cristo para salvarse e intima[n] únicamente la obligación de someterse a Dios” desarrolló un concepto de fe que despoja al creer de todo indicio de sometimiento. Aunque el movimiento al que se oponía era de verdad un error insidioso, Chafer lamentablemente estableció el fundamento para el error opuesto, con resultados igualmente devastadores.
La idea de la fe sin arrepentimiento encaja bien con el concepto de Chafer de una era de “pura gracia”, así que fue asimilado y ampliado por aquellos que desarrollaron su teología a partir del modelo de Chafer, que al día de hoy sigue siendo la base de toda enseñanza sobre la negación del señorío.
Otro resultado especialmente lamentable de la rígida división de Chafer entre “la era de la ley” y “la era de la gracia” es su efecto en la perspectiva de este sobre la Biblia. Chafer creía que “las enseñanzas de la ley, las enseñanzas de la gracia, y las enseñanzas del reino son sistemas de reglas divinas, separadas y completas” 26 , de ahí que relegara al Sermón del monte y al Padrenuestro a una era del reino todavía por venir y concluyera que la única Escritura directamente aplicable a esta era de la gracia “se halla en porciones de los Evangelios, en porciones del Libro de Los Hechos, y en las Epístolas del Nuevo Testamento” 27 : las “enseñanzas de la gracia”. ¿Cómo podemos saber qué porciones de los Evangelios y de Hechos son “enseñanzas de la gracia” designadas para esta era? Chafer fue ambiguo:
Las enseñanzas de la gracia no están aisladas en el Texto Sagrado. Los tres sistemas aparecen en los cuatro Evangelios. Las enseñanzas de la gracia se identifican más bien por su carácter intrínseco dondequiera que se hallan. Porciones grandes del Nuevo Testamento son totalmente revelaciones de la doctrina de la gracia. Al estudiante, así como a Timoteo, se le encarga estudiar para ser aprobado de Dios en cuanto a trazar bien la Palabra de verdad 28 .
En otras palabras, en el Nuevo Testamento hay mucha mezcla entre las enseñanzas de la ley y las del reino, y como no están explícitamente identificadas para nosotros, podemos cometer errores si intentamos aplicarlas equivocadamente a la era presente. De modo que la Biblia es como un rompecabezas en el cual debemos discernir y categorizar qué porciones se aplican a la era presente a fin de clasificarlas adecuadamente, algo que solo podemos hacer por “su carácter intrínseco”.
Si de algo estaba seguro Chafer, era de que muchas de las enseñanzas de Cristo, si no todas, no son aplicables al cristiano de esta era:
Corre en el mundo un sentimiento peligroso y totalmente sin base que supone que cada enseñanza de Cristo es una obligación aplicarla en esta edad sencillamente porque Cristo la pronunció. Se olvida el hecho de que Cristo, mientras vivía bajo la ley de Moisés, guardándola y aplicándola, también enseñó los principios de su reino futuro, y, al final de su ministerio y en relación a su cruz, también anticipó las enseñanzas de la gracia. Si no se reconocen estas tres divisiones de las enseñanzas de Cristo, no podrá haber sino confusión mental y, como consecuencia, una contradicción de la verdad 29 .
Los dispensacionalistas que siguen a Chafer en este punto dividen equivocadamente la Palabra de verdad, asignando secciones completas del Nuevo Testamento a alguna otra dispensación, anulando la fuerza de fragmentos importantes de los evangelios y de las enseñanzas de nuestro Señor para hoy 30 .
¿Qué evangelio deberíamos predicar hoy en día?
No hace mucho tiempo recibí un artículo que ha sido ampliamente difundido por un conocido dispensacionalista, quien escribió: “El doctor MacArthur estuvo muy acertado al titular su libro El evangelio según Jesucristo, pues el evangelio que Jesús enseñó en su humillación previa a la cruz, como Mesías de Israel y para el pueblo del pacto bajo la ley era, a todos efectos, la salvación de señorío”. Sin embargo, agregó: “La salvación de señorío está basada en el evangelio según Jesucristo, Juan el Bautista y los primeros discípulos, el cual está dirigido a la nación del pacto de Israel... El evangelio del reino del Señor Jesús no tiene nada que ver con los cristianos ni con la iglesia”.
La nota incluye muchas citas de los escritos del doctor Chafer en un intento por demostrar que el evangelio de Jesús “estaba al nivel de la ley y del reino terrenal” y que no tiene nada que ver con la gracia o la dispensación presente.
El autor del artículo observa que yo escribí “El evangelio que se anuncia hoy en una inquietante cantidad de frentes no es el evangelio según Jesucristo”, a lo cual responde: “¡Qué bendita verdad! Hoy somos ministros del evangelio ‘por la gracia, por medio de la fe’ de Pablo, no del evangelio del Señor Jesús relacionado con el reino teocrático orientado hacia la ley”.
Continúa diciendo: “El convertido por el evangelio según Jesucristo se ha convertido en un hijo del reino [no en cristiano]. Y la autoridad divina siempre será la fuerza impulsora de su corazón (el Espíritu que mora en él y escribe la ley en su corazón a fin de hacer posible que se someta a la ley teocrática del reino, bajo su Rey, [Pero el cristiano] no está bajo autoridad, no busca obedecer) a menos que esté bajo la ley, como se describe en Romanos 7. Para él vivir es Cristo, y esa vida no está bajo autoridad... Pablo estaba ofreciendo una salvación completamente diferente”.
Aquí, expresadas lo más claramente posible, están todas las locuras que alguna vez han manchado el dispensacionalismo sintetizadas en un solo sistema: el antinomianismo descarado (“El cristiano... no está bajo autoridad, no busca obedecer”); múltiples maneras de alcanzar la salvación (“Pablo estaba ofreciendo una salvación completamente diferente”); una perspectiva fragmentada de las Escrituras (“el evangelio del Señor Jesús relacionado con el reino teocrático orientado hacia la ley”); y la tendencia a dividir y desconectar ideas relacionadas (“Hoy somos ministros del evangelio... de Pablo... no del evangelio del Señor Jesús”).
Pon mucha atención: este hombre reconoce que el evangelio de Jesús exige sometimiento a su señorío, pero según él el mensaje de Jesús no tiene relevancia para esta era presente, por eso cree que los cristianos de hoy deben proclamar un evangelio diferente al que Jesús predicó. Como se imagina que la invitación de Jesús a los pecadores era de una naturaleza diferente a la del mensaje que la iglesia es llamada a proclamar, cree que debemos predicar un evangelio diferente.
Ninguna de esas ideas es nueva ni inusual dentro de la comunidad dispensacionalista, ya que todas ellas pueden remontarse a uno o más de los primeros representantes del dispensacionalismo, pero ya es hora de abandonarlas.
En honor a la justicia deberíamos señalar que la nota que he citado expresa algunas perspectivas bastante extremas. Aunque la mayoría de los principales defensores del evangelismo de la negación del señorío probablemente estarían en desacuerdo con el tipo de dispensacionalismo de este hombre, la doctrina de la negación del señorío que defienden es precisamente un producto de ese tipo de enseñanzas. No basta con abandonar las formas rígidas del dispensacionalismo extremo, debemos abandonar además las tendencias antinomianas.
La cuidadosa disciplina que ha marcado la mayor parte de nuestra tradición teológica posterior a la Reforma debe ser guardada celosamente. Los defensores de la salvación que niega el señorío dependen en exceso de las presuposiciones de un sistema teológico predeterminado; a menudo se apoyan en distinciones dispensacionalistas presupuestas (salvación y discipulado, creyentes carnales y espirituales, evangelio del reino y evangelio de la gracia, fe y arrepentimiento); se dejan enredar por conjeturas e ilustraciones; tienden a depender del análisis racional en lugar del análisis bíblico; cuando manejan la Biblia lo hacen demasiado dispuestos a permitir que su sistema teológico les dicte la comprensión del texto. Como resultado, adoptan regularmente interpretaciones novedosas de las Escrituras para hacerlas adecuarse a su teología.
Tenemos que recordar lo siguiente: nuestra teología debe ser bíblica antes de poder ser sistemática. Debemos comenzar con una interpretación adecuada de la Biblia y basar en ella nuestra teología, en lugar de buscar en la Palabra de Dios el fundamento para nuestras presuposiciones injustificadas. La Biblia es el único patrón adecuado según el cual deberíamos medir en última instancia la exactitud de nuestra doctrina.
El dispensacionalismo se encuentra en un cruce de caminos: la controversia del señorío representa el cartel que marca la bifurcación, con una flecha señalando en dirección a la ortodoxia bíblica y la otra (marcada “negación del señorío”) apuntando hacia el camino del antinomianismo subcristiano. Los dispensacionalistas que están pensando dirigirse en esa segunda dirección harían bien en detenerse y volver a mirar el mapa.
El único mapa confiable es la Biblia, no los diagramas dispensacionalistas que alguien haya elaborado. El dispensacionalismo como movimiento debe alcanzar un consenso basado solamente en la Palabra de Dios. No podemos seguir predicando evangelios diferentes a un mundo de por sí sumido en la confusión.
***
4. El ultradispensacionalismo es rechazado por la mayoría de los dispensacionalistas (cf. ibíd., 110-116).
5. The Scofield Reference Bible (New York: Oxford, 1917), 1115. Publicado en español como Biblia de estudio Scofield (Nashville, TN: Holman Bible Publishers, 2012).
6. En una nota sobre Éxodo 19:3 donde se le está entregando la ley a Moisés, Scofield escribió: “La ley no se propone como un medio de vida, sino como un medio por el que Israel podría llegar a ser un ‘pueblo especial’ y un ‘reino de sacerdotes’” (Ibíd.).
7. John Gerstner, Wrongly Dividing the Word ofTruth (New York: Loizeaux, s.f.).
8. H. A. Ironside, Except Ye Repent (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1937).
9. H. A. Ironside, Eternal Security of Believers (New York: Loizeaux, 1934).
10. Ver, por ejemplo, Full Assurance (Chicago: Moody, 1937), 64, 77-87; publicado en español como Seguridad absoluta , trad. Rhode Flores (Terrassa, Barcelona: CLIE, 1986). También Holiness: The False and the True (Neptune, N.J.: Loizeaux, 1912), 121-26; publicado en español como Santidad: la falsa y la verdadera(Terrassa, Barcelona: CLIE, 1990).
11. Ryrie, por ejemplo, admitió en Dispensacionalismo hoy que Scofield había hecho “declaraciones descuidadas” acerca de la soteriología del dispensacionalismo y que los dispensacionalistas con frecuencia dan una impresión equivocada acerca del papel de la gracia durante la era del Antiguo Testamento (66-68).
12. Brentwood, TN: Wolgemuth & Hyatt, 1991. Cf Richard L. Mayhue, “Who Is Wrong? A Review of John Gerstner’s Wrongly Dividing the Word of Truth”, Master’s Seminary Journal 3:1 (primavera de 1992), 73-94.
13. Además, todos los profesores del Master’s Seminary somos dispensacionalistas. Ninguno de nosotros apoya ninguna de las posiciones antinomianas que el doctor Gerstner afirma que son comunes entre los dispensacionalistas.
14. Scofield, The Scofield Reference Bible , 1003.
15. Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, 8 vols. (Dallas: Seminary Press, 1948), 7:219 (énfasis añadido).
16. Ibíd.
17. Lewis Sperry Chafer, Grace (Wheaton, IL: Van Kampen, 1922), 344.
18. Ibíd.
19. Ibíd., 124 (énfasis añadido).
20. Gálatas 3 también aclara que nunca fue la intención de Dios que la justicia viniera por medio de la ley ni que la salvación pudiera ser ganada por medio de la obediencia (ver especialmente vv. 7, 11). La ley actuó como un tutor para traer las personas a Cristo (v. 24), por eso aun en el Antiguo Testamento las personas fueron salvas por medio de la fe, no por causa de la obediencia a la ley (cf. Romanos 3:19, 20).
21. Lewis Sperry Chafer, “Dispensational Distinctions Denounced”,Bibliotheca Sacra (julio de 1944), 259.
22. Chafer, Teología sistemática , III:1199.
23. Ibíd., III:1213.
24. Ibíd., III:1216.
25. Ibíd., III:1214.
26. Ibíd., IV:229.
27. Ibíd., IV:210.
28. Ibíd., IV:189.
29. Ibíd., IV:228-229.
30. Los ultradispensacionalistas llevan la metodología de Chafer un paso más adelante. Al observar que el apóstol Pablo dijo que la iglesia era un misterio que “en otras generaciones no se dio a conocer... a los hijos de los hombres, como ha sido revelado ahora a sus santos Apóstoles y profetas por el Espíritu” (Efe. 3:5), concluyen que la era de la iglesia no comenzó hasta este punto en el ministerio de Pablo, así que abrogan todo el Nuevo Testamento exceptuando las cartas de Pablo desde la prisión.
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