Manejando Sabiamente el Libro de Proverbios
Por R.C. Sproul
Cada cultura parece tener su propia sabiduría, única y recopilada, una visión concisa de los sabios. A menudo, estos pedacitos de sabiduría se conservan en forma de proverbio. Tenemos dichos proverbiales en la cultura americana. Pienso en refranes como “Una puntada a tiempo ahorra nueve” o “Un centavo ahorrado es un centavo ganado”.
La Biblia, por supuesto, tiene un libro entero de dichos tan concisos: el libro de Proverbios. Sin embargo, esta compilación de sabiduría proverbial es diferente de todas las demás colecciones de este tipo en el sentido de que estos dichos reflejan no sólo la sabiduría humana sino también la sabiduría divina, ya que estos proverbios son inspirados por Dios.
Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos en la forma en que abordamos e implementamos estos sabios dichos. Simplemente porque son inspirados no significa que los proverbios bíblicos son como leyes, imponiendo una obligación universal. Sin embargo, algunas personas los tratan como si fueran mandamientos divinos. Si los consideramos de esa manera, nos encontramos con todo tipo de problemas. Incluso los proverbios inspirados por Dios no se aplican necesariamente a todas las situaciones de la vida. Más bien, reflejan percepciones que son generalmente ciertas.
Para ilustrar este punto, permítanme recordarles dos de los proverbios de nuestra propia cultura. Primero, a menudo decimos: “Mira antes de saltar”. Esa es una idea valiosa. Pero tenemos otro proverbio que parece contradecirlo: “El que duda está perdido.” Si tratáramos de aplicar estos dos proverbios al mismo tiempo y de la misma manera en todas las situaciones, estaríamos completamente confundidos. En muchas situaciones, la sabiduría dicta que examinemos cuidadosamente dónde debemos colocar nuestros pasos a continuación para que no nos movamos ciegamente. Al mismo tiempo, no podemos estar tan paralizados en nuestra evaluación de los pros y los contras de nuestro próximo movimiento que dudamos demasiado antes de tomar una decisión y perdemos oportunidades cuando se nos presentan.
Naturalmente, no nos molesta encontrar proverbios aparentemente contradictorios en nuestra propia sabiduría cultural. Pero cuando los descubrimos en la Biblia, nos encontramos luchando con preguntas acerca de la confiabilidad de las Escrituras. Permítanme citar un ejemplo muy conocido. El libro de Proverbios dice: “No respondas al necio de acuerdo con su necedad” (26:4a). Entonces, en el versículo siguiente, leemos: “Responde al necio según su necedad” (26:5a). ¿Cómo podemos seguir estas instrucciones opuestas? ¿Cómo pueden ambas ser declaraciones de sabiduría?
Una vez más, al igual que en el ejemplo anterior, la respuesta depende de la situación. Hay ciertas circunstancias en las que no es sabio responder a un necio de acuerdo a su insensatez, pero hay otras circunstancias en las que es sabio responder a un necio de acuerdo a su insensatez. Proverbios 26:4 dice: ” Responde al necio según su necedad, para que no sea sabio ante sus propios ojos” (énfasis añadido). Si alguien está diciendo tonterías, generalmente no es prudente tratar de hablar con él. Tal discusión no llegará a ninguna parte, y el que intente continuar la discusión con el necio corre el riesgo de caer en la misma estupidez. En otras palabras, hay circunstancias en las que es mejor no decir nada.
En otras ocasiones, sin embargo, puede ser útil responder a un tonto de acuerdo a su necedad. Proverbios 26:5 dice: “No respondas al necio de acuerdo con su necedad, para que no seas tú también como él” (énfasis añadido). Aunque fue hecho una forma de arte por los filósofos griegos antiguos, los hebreos entendían y en la enseñanza bíblica a veces usaban una de las maneras más efectivas de discutir con otra persona. Me refiero a la reductio ad absurdum, que reduce el argumento de la otra persona al absurdo. Por medio de esta técnica, es posible mostrar a una persona la conclusión lógica y necesaria que surge de su argumento, y así demostrar que sus premisas conducen finalmente a una conclusión absurda. Así que, cuando una persona tiene una premisa tonta y da un argumento tonto, a veces puede ser muy efectivo responder al tonto de acuerdo a su necedad. Te acercas a su territorio y le dices: “Bien, tomaré tu posición por el bien de los argumentos, y la llevaré a su conclusión lógica y te mostraré la estupidez de la misma”.
Por lo tanto, el libro de Proverbios se preocupa por darnos pautas prácticas para la experiencia diaria. Es un tesoro descuidado del Antiguo Testamento, con riquezas incalculables al acecho en sus páginas para guiar nuestras vidas. Contiene consejos reales y concretos que provienen de la mente de Dios mismo. Si queremos sabiduría, ésta es la fuente de la que beber. El que es insensato descuidará esta fuente. El que tiene hambre de la sabiduría de Dios beberá profundamente de ella. Necesitamos escuchar la sabiduría de Dios para poder cortar a través de las muchas distracciones y confusiones de la vida moderna. Pero, como con la totalidad de la Palabra de Dios, necesitamos ser celosos para aprender a manejar el libro de Proverbios correctamente.
Este post fue publicado originalmente en Tabletalk magazine.
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