jueves, abril 06, 2017

Regla # 4: Cuidado con la Tentación

ESJ-2017 0406-001

Regla # 4: Cuidado con la Tentación (8 Reglas para Crecer en la Piedad)

Por Tim Challies

Es el anhelo profundo de cada cristiano de ser como Jesús, de imitar a quien perfectamente obedeció a Dios y perfectamente cumplió toda justicia. Anhelamos ser "transformados en la misma imagen de un grado de gloria a otro" (2 Corintios 3:18). Este es nuestro anhelo porque este es nuestro propósito. Según Calvino, Dios quiere "poner nuestras vidas en armonía y acuerdo con Su propia justicia, y así manifestar a nosotros mismos y a los demás nuestra identidad como Sus hijos adoptivos".

Uno de los medios que Dios usa para conformarnos a la imagen de Jesucristo es la tentación. Aunque nunca debemos buscarlo o desearlo, todavía tenemos la confianza de que Dios redime el crisol de la tentación para refinar su pueblo, para quitar su pecado e inculcar su justicia dentro de ellos. Aunque nunca escogeríamos ser tentados, todavía vemos cómo Dios lo usa para lograr sus buenos propósitos dentro de nosotros. No somos conformados a Cristo sin la tentación, sino a través de ella.

Ahora estamos muy avanzados en nuestra serie, "8 Reglas Para Crecer En la Piedad". Estas son instrucciones para que el cristiano viva una vida que es agradable a Dios. Hemos venido ahora a la cuarta regla para crecer en la piedad: Cuidado Con la Tentación.

Tentación

Ningún cristiano quiere ser tentado, sin embargo, todo cristiano será tentado. De hecho, cada cristiano inevitablemente soportará tiempos de tentación extenuante, cuando la oportunidad de pecar e incluso el deseo de pecar son casi abrumadores. La Biblia promete que las tentaciones surgirán de adentro y de afuera, pues los grandes enemigos del cristiano -el mundo, la carne y el diablo- están dispuestos contra nosotros, cada uno atacándonos con su propia arma de deseo pecaminoso. Cada día y cada hora, encontramos nuestros corazones agitados por aquellas cosas que Dios prohíbe. Tal es la vida como pueblo pecador en un mundo pecaminoso.

Si hemos de soportar y resistir la tentación, salir de la tentación refinado y no arruinado, debemos adoptar una postura ofensiva contra ella. Hacemos esto vigilando, orando contra la tentación, y examinando nuestros corazones para ver las primeras señales de sus agitaciones.

Oración Vigilante

Cristo nos llama a estar atentos. Él nos dice que nos preparemos para la tentación que inevitablemente vendrá contra nosotros orando contra el Tentador y sus tentaciones. La complacencia aquí es el colmo de la locura, el colmo de la arrogancia.

Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, les dijo que imploren: "No nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal" (Mateo 6:13). Por supuesto, el Dios sin pecado nunca tentaría a su pueblo a pecar: “porque Dios no puede ser tentado por el mal[n] y El mismo no tienta a nadie.” (Santiago 1:13). Sin embargo, Dios pone a prueba nuestra fe, y, a veces estas pruebas exponen las debilidades internas que generan la oportunidad y el deseo de pecar. Aun entonces, estas tentaciones no son culpa de Dios, sino la nuestra, porque “cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasió” (Santiago 1:14). Sin embargo, debemos “Tened por sumo gozo” cuando nos encontramos con pruebas y tentaciones, sabiendo que estas pruebas producen firmeza y esa firmeza, a su vez, nos hace crecer en madurez espiritual (Santiago 1:3-4).

Toda tentación es una oportunidad para resistir, obedecer y crecer en conformidad con Cristo Jesús.

Por lo tanto, debemos orar cada día para que Dios nos mantenga alejados de las tentaciones que podrían abrumarnos. John Stott resume la petición de esta manera: "No nos permitas ser llevados a la tentación que nos abrume, sino que nos rescaten del mal". Jesús instruyó a sus discípulos: "Mirad y orad para que no entréis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil "(Marcos 14:38). No oraron, entraron en tentación, y por su falta de vigilancia, cayeron en pecado terrible y evitable. Si tan sólo se hubieran fortalecido con oración, ¡Podrían haber soportado! Los que no oran contra la tentación no pueden esperar soportarla. “Por tanto, velad” (Mateo 24: 42a).

Autoexamen Vigilante

A veces, la tentación parecerá venir de la nada y nos abrumará, como un tsunami que se extiende sobre la costa. Pero más comúnmente, las tentaciones siguen patrones establecidos y se aprovechan de las debilidades conocidas. Nos preparamos para soportar y resistir la tentación a través de la vigilancia del autoexamen, lo cual implica conocer nuestras inclinaciones pecaminosas y cómo hemos sucumbido a la tentación en el pasado. Cuando el agua llega al desierto, fluye a través de los lechos de arroyos establecidos, aunque hayan permanecido secos. De la misma manera, la tentación tiende a seguir patrones establecidos, para aprovechar hábitos profundamente arraigados. Pedro advierte: “Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.” (1 Pedro 5:8).

Para mantener la vigilancia, primero debemos conocer nuestras inclinaciones individuales al pecado. Tal autoconocimiento viene de mirar profundamente dentro de uno, porque el pecado no comienza con nuestras acciones, sino con nuestros corazones. Jesús dijo: "Porque del corazón salen los malos pensamientos, el asesinato, el adulterio, la inmoralidad sexual, el robo, el falso testimonio, la calumnia" (Mateo 15:19). El corazón es el asiento de nuestras emociones y deseos, nuestro centro de control espiritual. Y es de corazón que el pecado brota, porque lo que el corazón desea, las manos pronto lo realizan. Cada vez que nuestras manos se vuelven hacia el pecado, sabemos que nuestros corazones ya se han vuelto. Así que debemos ir a la fuente. Primero debemos conocer las inclinaciones pecaminosas de nuestro corazón y sus patrones que nos han llevado al pecado en el pasado.
Entonces, como guardias en una torre mirando la más pequeña señal de la aproximación del enemigo, debemos vigilar la menor tentación, la menor oportunidad para el pecado. Debemos vigilar nuestros pensamientos, sabiendo que nuestra imaginación a menudo está comprometida mucho antes que nuestros cuerpos. Cuando surgen malos pensamientos, debemos inmediatamente dirigir nuestros corazones hacia lo que es bueno y verdadero, y puro y encantador (Filipenses 4: 8). Debemos vigilar nuestros ojos, negarnos a ver lo que podría provocar la tentación, y nuestros oídos, negándose a escuchar lo que es grosero e impropio (Efesios 5:1-13). Debemos protegernos de ambientes donde la tentación puede precipitarnos (Génesis 39:7-10). A través de todo esto, debemos ser realistas y conscientes de sí mismos. Debido a la gracia de Dios, somos lo suficientemente fuertes como para soportar algunos tipos de tentación. Debido a nuestra depravación, debemos, a toda costa, librarnos de otros tipos de tentaciones que pueden atraparnos rápidamente (1 Corintios 6:18, 10:14).

Todo el tiempo debemos pedir la ayuda de Dios, porque somos demasiado pecaminosos y demasiado egoístas para tener la visión clara que necesitamos. Sin su ayuda, no siempre podemos identificar pensamientos malos, y no podemos proteger adecuadamente nuestros ojos y oídos. Sin su ayuda quizás ni siquiera podamos reconocer una tentación mientras se precipita hacia nosotros. Pero Dios conoce hasta los más profundos secretos del corazón y los expone a través de Su Palabra (Salmo 44:21). A medida que nos acercamos a la Palabra de Dios con oración y meditación, encontramos que “es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir[a] los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12).

Así, vigilamos en la oración, y vigilamos en el autoexamen. Vigilamos contra todo lo que nos pueda tentar a alejarnos de la piedad y alejarnos de la conformidad con nuestro Salvador.

Conclusión

Aun cuando soportamos la tentación, Dios nos ofrece su bondadosa seguridad de que ningún pecado es más poderoso que su gracia. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.” (1 Corintios 10:13). Aunque debemos ser tentados, ceder a esas tentaciones nunca es inevitable, no si nos cuidamos en contra de ellas en oración y autoexamen. Es el deseo y el deleite de Dios preservarnos de las consecuencias de sucumbir a la tentación y concedernos el beneficio de sobrellevarlas.¡Cristiano, velad! Estate atento a la tentación, porque la mayoría del pecado se comete precisamente porque no somos vigilantes.

Las "8 Reglas Para Crecer en la Piedad" son extraídos de la obra de Thomas Watson. Aquí están las palabras que inspiraron este artículo: "Mira tu corazón: era la palabra de advertencia de Cristo a sus discípulos, Mat. 24:42. Por lo tanto 'velad; el corazón nos precipitará en pecado ante que nosotros seamos conscientes; un sutil corazón necesita un ojo vigilante; vigile sus pensamientos, sus afectos; el corazón tiene mil puertas por la cual salir corriendo: “Estaré en mi puesto de guardia, y sobre la fortaleza me pondré” Hab. 2:1. Cuando haya orado contra el pecado, estaré alerta contra la tentación; la mayoría de maldad en el mundo está comprometida por la falta de vigilancia; la vigilancia mantiene la bondad, es el borde, que evita que la religión se desvanezca.”

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