¿Atando Y desatando Qué?
Mateo 18:18
Por Pablo Santomauro
Hoy en día es muy común el escuchar en las iglesias a cristianos “atar y desatar” enfermedades, pobreza, demonios y hasta al diablo mismo. Para apoyar esta práctica se usan pasajes como el siguiente: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mat. 18:18). Esta declaración del Señor fue dada en el contexto de disciplina dentro de la iglesia primitiva. Las palabras “atar” y “desatar” eran populares entre los rabinos de la época y equivalían a “prohibir” y “permitir”; en Mateo 18 equivalen a “disciplinar” y “restaurar”. Aquel miembro de la iglesia que persiste en pecar debe ser separado (atado) de la congregación (1 Cor. 5:5), para luego en amor ser conducido al arrepentimiento y por consiguiente ser restaurado (desatado) Gálatas 6:1. Como vemos, los demonios, las enfermedades y la pobreza son totalmente ajenos al contexto.
Otro pasaje que se usa es Mateo 12:29, donde Jesús dice: “Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa”. Esta declaración de Cristo es parte de una ilustración usada para refutar la acusación de los fariseos de que él expulsaba demonios en alianza con Satanás. Jesús expresa en contexto que él es más poderoso que Satán, y establece que sus exorcismos son hechos en el poder de Dios. Sería equivocado concluir de este pasaje que Cristo estaba estableciendo un patrón universal para ser seguido por los creyentes.
Alentamos a los cristianos a que se aparten del malentendido tan serio de Mateo 18:18 y 12:29 por las siguientes razones:
1. No es bíblico. La Escritura no enseña que “atar y desatar” es el método para combatir al diablo y sus huestes, sino a través de la oración, la lectura de la Palabra y una vida de obediencia.
2. El enfoque erróneo del cristiano es centrarse en los demonios en vez de Jesucristo; esto reduce la eficacia del creyente en el trabajo del Reino.
3. En el terreno práctico no da resultados, como la experiencia lo indica. Alguien dijo una vez: “Si en realidad ataron al diablo, debe haber sido con una cadena muy larga”.
4. En cuanto a “desatar” pobreza o enfermedad, la Biblia trae principios que pueden gravitar en nuestro bienestar físico y material, pero en última instancia es la soberanía de Dios la que determina nuestra condición. Nosotros no controlamos esos aspectos. La Escritura enseña que es Dios el que controla y limita los movimientos del diablo y sus huestes; también es él quien guarda a los creyentes del mal (Job 1:12; 2:6; Luc. 22:31,32; 2 Tes. 3:3; 1 Jn. 5:18).
Ciertamente llegará el tiempo en que Jesús mismo “atará” al diablo por 1000 años (Ap. 20:1-3); luego del milenio Satanás y sus huestes serán lanzados en el lago de fuego (Ap. 20:10). Jesucristo no necesita la asistencia del ser humano en esta área (o ninguna otra). Entre tanto, el antídoto para combatir al diablo no es “atándolo” sino resistiéndolo firmes en la fe (1 Ped. 5:9). Santiago lo expresa claramente: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Stg. 4:7).
(15 de febrero, 1997)
Mateo 18:18
Por Pablo Santomauro
Hoy en día es muy común el escuchar en las iglesias a cristianos “atar y desatar” enfermedades, pobreza, demonios y hasta al diablo mismo. Para apoyar esta práctica se usan pasajes como el siguiente: “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo” (Mat. 18:18). Esta declaración del Señor fue dada en el contexto de disciplina dentro de la iglesia primitiva. Las palabras “atar” y “desatar” eran populares entre los rabinos de la época y equivalían a “prohibir” y “permitir”; en Mateo 18 equivalen a “disciplinar” y “restaurar”. Aquel miembro de la iglesia que persiste en pecar debe ser separado (atado) de la congregación (1 Cor. 5:5), para luego en amor ser conducido al arrepentimiento y por consiguiente ser restaurado (desatado) Gálatas 6:1. Como vemos, los demonios, las enfermedades y la pobreza son totalmente ajenos al contexto.
Otro pasaje que se usa es Mateo 12:29, donde Jesús dice: “Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa”. Esta declaración de Cristo es parte de una ilustración usada para refutar la acusación de los fariseos de que él expulsaba demonios en alianza con Satanás. Jesús expresa en contexto que él es más poderoso que Satán, y establece que sus exorcismos son hechos en el poder de Dios. Sería equivocado concluir de este pasaje que Cristo estaba estableciendo un patrón universal para ser seguido por los creyentes.
Alentamos a los cristianos a que se aparten del malentendido tan serio de Mateo 18:18 y 12:29 por las siguientes razones:
1. No es bíblico. La Escritura no enseña que “atar y desatar” es el método para combatir al diablo y sus huestes, sino a través de la oración, la lectura de la Palabra y una vida de obediencia.
2. El enfoque erróneo del cristiano es centrarse en los demonios en vez de Jesucristo; esto reduce la eficacia del creyente en el trabajo del Reino.
3. En el terreno práctico no da resultados, como la experiencia lo indica. Alguien dijo una vez: “Si en realidad ataron al diablo, debe haber sido con una cadena muy larga”.
4. En cuanto a “desatar” pobreza o enfermedad, la Biblia trae principios que pueden gravitar en nuestro bienestar físico y material, pero en última instancia es la soberanía de Dios la que determina nuestra condición. Nosotros no controlamos esos aspectos. La Escritura enseña que es Dios el que controla y limita los movimientos del diablo y sus huestes; también es él quien guarda a los creyentes del mal (Job 1:12; 2:6; Luc. 22:31,32; 2 Tes. 3:3; 1 Jn. 5:18).
Ciertamente llegará el tiempo en que Jesús mismo “atará” al diablo por 1000 años (Ap. 20:1-3); luego del milenio Satanás y sus huestes serán lanzados en el lago de fuego (Ap. 20:10). Jesucristo no necesita la asistencia del ser humano en esta área (o ninguna otra). Entre tanto, el antídoto para combatir al diablo no es “atándolo” sino resistiéndolo firmes en la fe (1 Ped. 5:9). Santiago lo expresa claramente: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Stg. 4:7).
(15 de febrero, 1997)
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