Sufriendo Correctamente: Reconociendo el Papel del Pecado en el Sufrimiento
Por Mike Riccardi
Hace un tiempo me reuní con un estudiante prospecto de seminario para almorzar. Como es común para las reuniones por primera vez en Grace Community Church, nuestra discusión se inició con testimonios de cómo el Señor salvó. Este hermano en particular tenía un amigo cuya familia cristiana muy acogedora a menudo compartía el Evangelio con él y lo invitó a la iglesia. Tan amable y tan claros como eran, sin embargo, la semilla del Evangelio cayó en terreno baldío – hasta que el padre de la familia había contraído una enfermedad que amenazó la vida. Cuando este joven vio cómo la familia respondió al sufrimiento con tal confianza, gozo y paz, el corazón empezó a prestar atención a la fuente de esa firmeza. Empezó a leer su Biblia con mayor seriedad y escuchar los sermones que había oído en la iglesia con mayor interés. Con el tiempo, el Señor lo salvó.
Yo cuanto esta historia, ya que sólo legitima aún más la necesidad de que los cristianos aprendan a sufrir bien – cómo sufrir con rectitud. He mencionado en el post de la semana pasada de lo necesario que es star preparados con una teología del sufrimiento, aun cuando no estemos en medio de una prueba en particular. El quid de la cuestión es, el calor de un tiempo intensamente de prueba a menudo nubla nuestra visión y nuestro juicio, de manera que no somos capaces de actuar de la manera que sabemos que debemos actuar. Respondemos al sufrimiento pecaminosamente porque no nos hemos preparado para sufrir con rectitud de antemano, cuando nuestra visión es clara.
Una Segunda Lección
Para ayudar a prepararnos para luchar contra los pensamientos, actitudes y acciones no bíblicas a los que nos vemos tentados a tener en tiempos de sufrimiento, nos volvemos al ejemplo de Jeremías como se describe en el Libro de las Lamentaciones, con la esperanza de tomar cinco lecciones sobre cómo responder justamente al sufrimiento. Vimos la primero de ellas la última semana:. Una manera de sufrir justamente es identificarse con y sufrir junto con los que están sufriendo Hemos de llorar con los que lloran (Romanos 12:15). Una segunda lección que aprender en la búsqueda de sufrir correctamente es que debemos reconocer que el pecado es la causa del sufrimiento.
Así como es importante que Jeremías se identifica con el sufrimiento de su pueblo aunque tuviera poco a ninguna parte en causarlo, también es significativo que en su lamento Jeremías reconoce el pecado de Israel. A diferencia de Job, las lamentaciones de Jeremías en respuesta al sufrimiento no contienen alguna protesta de inocencia. El Confiesa que este juicio se debe a "la multitud de sus transgresiones" (Lam 1: 5) y que ella ha "pecado gravemente" (Lam 1: 8-9 ) y "se rebeló contra su mandamiento" (Lam 1,18). Él continua diciendo que la iniquidad de Israel había superado incluso a la de Sodoma (Lam 4:6), y que incluso los profetas y los sacerdotes obraron injustamente (Lam 4,13). Él no da ninguna excusa al pueblo, sino que acepta su responsabilidad por el sufrimiento que están experimentando.
Una Advertencia
Ahora, es importante que establezcamos el punto de que no todo el que sufre, sufre como consecuencia directa del pecado personal en particular. Eso es un error que los consejeros de Job hacen, y ellos fueron severamente reprendidos por él cuando Dios apareció al final del libro. Es también una acusación errante que los oponentes de Pablo hacen contra él en 2 Corintios, y a lo largo de esa carta, el presenta su sufrimiento como prueba de la autenticidad de su apostolado, no como prueba de su falsedad.
Mejor de lo Que Merecemos
Sin embargo, sí tenemos que reconocer que a nivel general, todo sufrimiento es el resultado de la condición de pecado en la que nos encontramos como hijos e hijas de Adán. No habiendo pecado en Adán, y o habiendo caído la raza humana en pecado, nunca hubiéramos conocido el sufrimiento (Gen 3: 7-24 ; Romanos 5:12; Romanos 8: 19-25).
Y a causa de nuestro pecado, todos merecemos sufrir infinita y eternamente -a un grado horrible y todo el tiempo. Cuando sufrimos, el consuelo que nosotros recibimos del "Padre de las misericordias" (2Cor 1: 3 ) es sólo eso: misericordia. El hecho de que el consuelo es misericordia implica que no lo merecemos, porque la misericordia es la retención del castigo merecido. Uno de los impedimentos para responder al sufrimiento con justicia es la idea de que tenemos derecho a algo distinto al sufrimiento.
En realidad, nos merecemos algo aun peor de lo que experimentamos. Después de todo, “Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas, reservados para juicio” (2 Pedro 2: 4). El hecho de que todos no estamos sufriendo eternamente en el infierno en este momento es un gran don de Dios. La única diferencia entre nuestro pecado y el pecado de los ángeles que fueron maldecidos sin piedad es que nuestro pecado fue pagado generosamente por el sacrificio perfecto de Cristo (cf. Hb 2,16).
Y así, cuando nos sometemos al sufrimiento, incluso intenso sufrimiento, no hay que actuar sorprendidos como si nos mereciéramos algo mejor (cf. 1 Pedro 4:12). Nuestra actitud debe reflejar la sabiduría de lo que dice Jeremías en Lamentaciones 3:39-40: “¿Por qué ha de quejarse el ser viviente? ¡Sea valiente frente a sus pecados! Examinemos nuestros caminos y escudriñémoslos, y volvamos al Señor.” En nuestros tiempos de sufrimiento cuando somos tentados a quejarnos, debemos recordar que somos polvo y no tenemos derecho a nada bueno en absoluto. Recordar que en nosotros mismos somos irremediablemente pecaminosos, y que incluso en un intenso sufrimiento nos estamos mejor de lo que merecemos, nos equipará a sufrir con una cosmovisión bíblica, y por lo tanto fortalecerá nuestro gozo y perseverancia en nuestras pruebas.
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