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martes, diciembre 13, 2011

La Aceptación del “No” Como la Voluntad de Dios

clip_image002La Aceptación del “No” Como la Voluntad de Dios

por RC Sproul

Me asombra que, a la luz del registro bíblico claro, cualquiera tendría la audacia de sugerir que no es correcto que a los afligidos en el cuerpo o del alma formulen sus oraciones por la liberación en términos de “Si esa es tu voluntad...”. Se nos dice que cuando viene la aflicción, Dios siempre quiere la curación, que El no tiene nada que ver con el sufrimiento, y que todo lo que tenemos que hacer es reclamar la respuesta que buscamos en fe. Se nos exhorta a clamar el si de Dios antes de que El hable.

¡Acabe con esas distorsiones de la fe bíblica! Están concebidas en la mente del tentador, que nos seduce en intercambiar la fe por magia. Ninguna cantidad de palabrería piadosa puede transformar la mentira en sana doctrina. Debemos aceptar el hecho de que Dios a veces dice que no. A veces nos llama a sufrir y morir, incluso si queremos afirmar lo contrario.

Nunca un hombre oró con más fervor que lo que Cristo oró en Getsemaní. ¿Quién acusaría a Jesús de fracasar de orar en fe? Él puso Su petición ante el Padre con sudor como sangre: “Pase de mi esta copa.” Esta oración fue directa y sin ambigüedades-Jesús estaba clamando por ayuda. Pidió por la copa horriblemente amarga pudiera ser eliminada. Hasta la última gota de Su humanidad se redujo de la copa. Le rogó al Padre que lo aliviara de Su deber.

Pero Dios dijo que no. El camino del sufrimiento era el plan del Padre. Fue la voluntad del Padre. La cruz no fue idea de Satanás. La pasión de Cristo no fue el resultado de la contingencia humana. No fue accidental el artificio de Caifás, Herodes ó Pilato. La copa estaba dispuesta, entregada y administrada por el Dios Todopoderoso.

Jesús calificó Su oración: “Si es Tu voluntad ....” Jesús no “lo nombró y lo reclamó.” El conocía a Su Padre lo suficientemente bien como para entender que tal vez no era Su voluntad quitarle la copa. Así que la historia no termina con las palabras: “Y el Padre se arrepintió del mal que había planeado, eliminó la copa, y Jesús vivió feliz para siempre.” Tales palabras llegan a la blasfemia. El evangelio no es un cuento de hadas. El Padre no negociaría la copa. Jesús fue llamado a beberla hasta el fondo. Y él lo aceptó. “Sin embargo, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).

Este “pero” fue la suprema oración de fe. La oración de fe no es una demanda que le damos a Dios. No es una presunción de una petición concedida. La oración auténtica de fe es una oración que modela la oración de Jesús. Siempre es pronunciada en un espíritu de subordinación. En todas nuestras oraciones, debemos dejar a Dios ser Dios. Nadie le dice al Padre qué hacer, ni siquiera el Hijo. Las oraciones son siempre peticiones hechas en humildad y sumisión a la voluntad del Padre.

La oración de fe es una oración de confianza. La esencia misma de la fe es la confianza. Confiamos en que Dios sabe lo que es lo mejor. El espíritu de confianza incluye una disposición a hacer lo que el Padre quiere que hagamos. Cristo encarnó ese tipo de confianza en Getsemaní. Aunque el texto no es explícito, es claro que Jesús se fue al jardín con la respuesta del Padre a Su petición. No había ninguna maldición y amargura. Su carne y Su bebida debían hacer la voluntad del Padre. Una vez que el Padre dijo que no, quedó resuelto. Jesús se preparó para la cruz.

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Extracto de Surprised by Suffering: The Role of Pain and Death in the Christian Life (Reformation Trust, 2009).

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